Evangelio y Comentario de hoy Lunes 06 de Octubre 2014

Día litúrgico: Lunes XXVII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 10,25-37): En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley, y dijo para poner a prueba a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Comentario: Rev. P. Ivan LEVYTSKYY CSsR (Lviv, Ucrania)

¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?

Hoy, el mensaje evangélico señala el camino de la vida: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, (…) y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Y porque Dios nos ha amado primero, nos lleva a la unión con Él. La beata Teresa de Calcuta dice: «Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. ¿Y cómo podemos conseguirla? A través de la oración». Estando en unión con Dios empezamos a experimentar que todo es posible con Él, incluso el amar al prójimo.
Alguien decía que el cristiano entra en la iglesia para amar a Dios y sale para amar al prójimo. El Papa Benedicto subraya que el programa del cristiano —el programa del buen samaritano, el programa de Jesús— es «un corazón que ve». ¡Ver y parar! En la parábola, dos personas ven al necesitado, pero no paran. Por esto Cristo reprochaba a los fariseos diciendo: «Tenéis ojos y no veis» (Mc 8,18). Al contrario, el samaritano ve y para, tiene compasión y así salva la vida al necesitado y a sí mismo.

Cuando el famoso arquitecto catalán Antonio Gaudí fue atropellado por un tranvía, algunas personas que estaban de paso no pararon para ayudar a aquel anciano herido. No llevaba documento alguno y por su aspecto parecía un mendigo. Seguramente que si la gente hubiese sabido quién era aquel prójimo, hubiese hecho cola para auxiliarlo.

Cuando practicamos el bien, pensamos que lo hacemos por el prójimo, pero realmente también lo hacemos por Cristo: «Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mi lo hicisteis» (Mt 25,40). Y mi prójimo, dice Benedicto XVI, es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Si cada uno, al ver al prójimo en necesidad, se detuviera y se compadeciera de él una vez al día o a la semana, la crisis disminuiría y el mundo devendría mejor. «Nada nos asemeja tanto a Dios como las obras buenas» (San Gregorio de Nisa).

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Lunes de la semana 27 del tiempo ordinario
“Pedid y se os dará; buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”. (Mt 7,7-12)
Un Evangelio que se presta a toda una serie de ambigüedades.
Se nos dice “pedid y se os dará”.
Y nosotros pedimos y sentimos que no recibimos.
Se nos dice “buscad y encontraréis”.
Y nosotros buscamos sin encontrar.
Se nos dice “llamad y se os abrirá”.
Y nosotros llamamos y sentimos que las puertas siguen cerradas.
Y con frecuencia nos sentimos decepcionados y como engañados.
¿Tendrá razón Jesús o tendremos razón nosotros?
El corazón humano es misterioso.
Y Dios es misterioso en nuestro corazón.
¿Será Dios indiferente a los sentimientos de nuestro corazón?
¿Hay padre alguno que sea indiferente al corazón de sus hijos?
¿Será Dios menos que nuestros padres?
La oración no es marcar un número de teléfono y que alguien levante el suyo al otro lado.
La oración no es tocar el timbre de la puerta y que nos responda la empleada de servicio.
Dios siempre escucha.
Dios siempre responde.
Pero ¿pediremos siempre lo que nos conviene?
Pediremos siempre lo que realmente necesitamos.
Creo que la respuesta está en lo que dice continuación Lucas: “¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”.
No siempre los padres acceden a los caprichos de los hijos.
No siempre los padres dan lo que el hijo pide, sino lo que el hijo necesita.
Y lo que más necesitamos nosotros es el don del Espíritu Santo.
Por eso Dios siempre escucha y siempre da, por más que no siempre nosotros sintamos la presencia del Espíritu dentro de nosotros.
Por eso la oración siempre es eficaz.
No cambiando la voluntad de Dios.
Sino regalándonos al mismo Dios.
Muchos dejan de rezar porque no han sido escuchados en lo que ellos piden.
Muchos dejan de rezar porque no siempre su oración responde a los planes de Dios.
Pero el texto tiene una conclusión que parece rara y extraña: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas”.
¿Qué nos quiere decir aquí Jesús?
Algo muy sencillo: La oración tiene que ser la expresión de los dos mandamientos principales.
Expresión del amor a Dios.
Expresión del amor al hermano.
Ambos amores caminan juntos.
Ambos amores se condicionan.
Ambos amores se implican y son la mejor respuesta a la oración.
La oración tiene que expresar nuestra condición filial.
La oración tiene que expresar nuestra condición fraternal.
Y el amor es el mejor fruto de la oración.
Nosotros le pedimos menudencias y El nos da su Espíritu Santo.
Nosotros le pedimos cosas y El nos da lo más importante.
Nosotros le pedimos cosas y El se da a sí mismo.
Además la condición para que nuestra oración sea eficaz tiene que partir de nuestro amor a los demás.
Así como tenemos que amar a Dios con todo nuestro ser, es preciso que amemos a nuestros hermanos, al menos como a nosotros mismos.
Por eso, si antes de dar culto a Dios tenemos que ir a reconciliarnos con el hermano, también habría que decir que, antes de ponernos a orar, reconciliemos nuestro corazón con los demás.
Señor: no me des lo que te pido, dame lo que necesito.
Señor: no me des lo que es accidental, dame lo que es esencial.
Señor: que cuando ore, tenga mi corazón unido al tuyo y al de mi hermano.
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Lunes de la semana 27 del tiempo ordinario
“Pedid y se os dará; buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”. (Mt 7,7-12)
Un Evangelio que se presta a toda una serie de ambigüedades.
Se nos dice “pedid y se os dará”.
Y nosotros pedimos y sentimos que no recibimos.
Se nos dice “buscad y encontraréis”.
Y nosotros buscamos sin encontrar.
Se nos dice “llamad y se os abrirá”.
Y nosotros llamamos y sentimos que las puertas siguen cerradas.
Y con frecuencia nos sentimos decepcionados y como engañados.
¿Tendrá razón Jesús o tendremos razón nosotros?
El corazón humano es misterioso.
Y Dios es misterioso en nuestro corazón.
¿Será Dios indiferente a los sentimientos de nuestro corazón?
¿Hay padre alguno que sea indiferente al corazón de sus hijos?
¿Será Dios menos que nuestros padres?
La oración no es marcar un número de teléfono y que alguien levante el suyo al otro lado.
La oración no es tocar el timbre de la puerta y que nos responda la empleada de servicio.
Dios siempre escucha.
Dios siempre responde.
Pero ¿pediremos siempre lo que nos conviene?
Pediremos siempre lo que realmente necesitamos.
Creo que la respuesta está en lo que dice continuación Lucas: “¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”.
No siempre los padres acceden a los caprichos de los hijos.
No siempre los padres dan lo que el hijo pide, sino lo que el hijo necesita.
Y lo que más necesitamos nosotros es el don del Espíritu Santo.
Por eso Dios siempre escucha y siempre da, por más que no siempre nosotros sintamos la presencia del Espíritu dentro de nosotros.
Por eso la oración siempre es eficaz.
No cambiando la voluntad de Dios.
Sino regalándonos al mismo Dios.
Muchos dejan de rezar porque no han sido escuchados en lo que ellos piden.
Muchos dejan de rezar porque no siempre su oración responde a los planes de Dios.
Pero el texto tiene una conclusión que parece rara y extraña: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas”.
¿Qué nos quiere decir aquí Jesús?
Algo muy sencillo: La oración tiene que ser la expresión de los dos mandamientos principales.
Expresión del amor a Dios.
Expresión del amor al hermano.
Ambos amores caminan juntos.
Ambos amores se condicionan.
Ambos amores se implican y son la mejor respuesta a la oración.
La oración tiene que expresar nuestra condición filial.
La oración tiene que expresar nuestra condición fraternal.
Y el amor es el mejor fruto de la oración.
Nosotros le pedimos menudencias y El nos da su Espíritu Santo.
Nosotros le pedimos cosas y El nos da lo más importante.
Nosotros le pedimos cosas y El se da a sí mismo.
Además la condición para que nuestra oración sea eficaz tiene que partir de nuestro amor a los demás.
Así como tenemos que amar a Dios con todo nuestro ser, es preciso que amemos a nuestros hermanos, al menos como a nosotros mismos.
Por eso, si antes de dar culto a Dios tenemos que ir a reconciliarnos con el hermano, también habría que decir que, antes de ponernos a orar, reconciliemos nuestro corazón con los demás.
Señor: no me des lo que te pido, dame lo que necesito.
Señor: no me des lo que es accidental, dame lo que es esencial.
Señor: que cuando ore, tenga mi corazón unido al tuyo y al de mi hermano.
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Un Evangelio que se presta a toda una serie de ambigüedades.
Se nos dice “pedid y se os dará”.
Y nosotros pedimos y sentimos que no recibimos.
Se nos dice “buscad y encontraréis”.
Y nosotros buscamos sin encontrar.
Se nos dice “llamad y se os abrirá”.
Y nosotros llamamos y sentimos que las puertas siguen cerradas.
Y con frecuencia nos sentimos decepcionados y como engañados.
¿Tendrá razón Jesús o tendremos razón nosotros?
El corazón humano es misterioso.
Y Dios es misterioso en nuestro corazón.
¿Será Dios indiferente a los sentimientos de nuestro corazón?
¿Hay padre alguno que sea indiferente al corazón de sus hijos?
¿Será Dios menos que nuestros padres?
La oración no es marcar un número de teléfono y que alguien levante el suyo al otro lado.
La oración no es tocar el timbre de la puerta y que nos responda la empleada de servicio.
Dios siempre escucha.
Dios siempre responde.
Pero ¿pediremos siempre lo que nos conviene?
Pediremos siempre lo que realmente necesitamos.
Creo que la respuesta está en lo que dice continuación Lucas: “¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”.
No siempre los padres acceden a los caprichos de los hijos.
No siempre los padres dan lo que el hijo pide, sino lo que el hijo necesita.
Y lo que más necesitamos nosotros es el don del Espíritu Santo.
Por eso Dios siempre escucha y siempre da, por más que no siempre nosotros sintamos la presencia del Espíritu dentro de nosotros.
Por eso la oración siempre es eficaz.
No cambiando la voluntad de Dios.
Sino regalándonos al mismo Dios.
Muchos dejan de rezar porque no han sido escuchados en lo que ellos piden.
Muchos dejan de rezar porque no siempre su oración responde a los planes de Dios.
Pero el texto tiene una conclusión que parece rara y extraña: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas”.
¿Qué nos quiere decir aquí Jesús?
Algo muy sencillo: La oración tiene que ser la expresión de los dos mandamientos principales.
Expresión del amor a Dios.
Expresión del amor al hermano.
Ambos amores caminan juntos.
Ambos amores se condicionan.
Ambos amores se implican y son la mejor respuesta a la oración.
La oración tiene que expresar nuestra condición filial.
La oración tiene que expresar nuestra condición fraternal.
Y el amor es el mejor fruto de la oración.
Nosotros le pedimos menudencias y El nos da su Espíritu Santo.
Nosotros le pedimos cosas y El nos da lo más importante.
Nosotros le pedimos cosas y El se da a sí mismo.
Además la condición para que nuestra oración sea eficaz tiene que partir de nuestro amor a los demás.
Así como tenemos que amar a Dios con todo nuestro ser, es preciso que amemos a nuestros hermanos, al menos como a nosotros mismos.
Por eso, si antes de dar culto a Dios tenemos que ir a reconciliarnos con el hermano, también habría que decir que, antes de ponernos a orar, reconciliemos nuestro corazón con los demás.
Señor: no me des lo que te pido, dame lo que necesito.
Señor: no me des lo que es accidental, dame lo que es esencial.
Señor: que cuando ore, tenga mi corazón unido al tuyo y al de mi hermano.
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Lunes de la semana 27 del tiempo ordinario
“Pedid y se os dará; buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”. (Mt 7,7-12)
Un Evangelio que se presta a toda una serie de ambigüedades.
Se nos dice “pedid y se os dará”.
Y nosotros pedimos y sentimos que no recibimos.
Se nos dice “buscad y encontraréis”.
Y nosotros buscamos sin encontrar.
Se nos dice “llamad y se os abrirá”.
Y nosotros llamamos y sentimos que las puertas siguen cerradas.
Y con frecuencia nos sentimos decepcionados y como engañados.
¿Tendrá razón Jesús o tendremos razón nosotros?
El corazón humano es misterioso.
Y Dios es misterioso en nuestro corazón.
¿Será Dios indiferente a los sentimientos de nuestro corazón?
¿Hay padre alguno que sea indiferente al corazón de sus hijos?
¿Será Dios menos que nuestros padres?
La oración no es marcar un número de teléfono y que alguien levante el suyo al otro lado.
La oración no es tocar el timbre de la puerta y que nos responda la empleada de servicio.
Dios siempre escucha.
Dios siempre responde.
Pero ¿pediremos siempre lo que nos conviene?
Pediremos siempre lo que realmente necesitamos.
Creo que la respuesta está en lo que dice continuación Lucas: “¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”.
No siempre los padres acceden a los caprichos de los hijos.
No siempre los padres dan lo que el hijo pide, sino lo que el hijo necesita.
Y lo que más necesitamos nosotros es el don del Espíritu Santo.
Por eso Dios siempre escucha y siempre da, por más que no siempre nosotros sintamos la presencia del Espíritu dentro de nosotros.
Por eso la oración siempre es eficaz.
No cambiando la voluntad de Dios.
Sino regalándonos al mismo Dios.
Muchos dejan de rezar porque no han sido escuchados en lo que ellos piden.
Muchos dejan de rezar porque no siempre su oración responde a los planes de Dios.
Pero el texto tiene una conclusión que parece rara y extraña: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas”.
¿Qué nos quiere decir aquí Jesús?
Algo muy sencillo: La oración tiene que ser la expresión de los dos mandamientos principales.
Expresión del amor a Dios.
Expresión del amor al hermano.
Ambos amores caminan juntos.
Ambos amores se condicionan.
Ambos amores se implican y son la mejor respuesta a la oración.
La oración tiene que expresar nuestra condición filial.
La oración tiene que expresar nuestra condición fraternal.
Y el amor es el mejor fruto de la oración.
Nosotros le pedimos menudencias y El nos da su Espíritu Santo.
Nosotros le pedimos cosas y El nos da lo más importante.
Nosotros le pedimos cosas y El se da a sí mismo.
Además la condición para que nuestra oración sea eficaz tiene que partir de nuestro amor a los demás.
Así como tenemos que amar a Dios con todo nuestro ser, es preciso que amemos a nuestros hermanos, al menos como a nosotros mismos.
Por eso, si antes de dar culto a Dios tenemos que ir a reconciliarnos con el hermano, también habría que decir que, antes de ponernos a orar, reconciliemos nuestro corazón con los demás.
Señor: no me des lo que te pido, dame lo que necesito.
Señor: no me des lo que es accidental, dame lo que es esencial.
Señor: que cuando ore, tenga mi corazón unido al tuyo y al de mi hermano.
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“Pedid y se os dará; buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas”. (Mt 7,7-12)
Un Evangelio que se presta a toda una serie de ambigüedades.
Se nos dice “pedid y se os dará”.
Y nosotros pedimos y sentimos que no recibimos.
Se nos dice “buscad y encontraréis”.
Y nosotros buscamos sin encontrar.
Se nos dice “llamad y se os abrirá”.
Y nosotros llamamos y sentimos que las puertas siguen cerradas.
Y con frecuencia nos sentimos decepcionados y como engañados.
¿Tendrá razón Jesús o tendremos razón nosotros?
El corazón humano es misterioso.
Y Dios es misterioso en nuestro corazón.
¿Será Dios indiferente a los sentimientos de nuestro corazón?
¿Hay padre alguno que sea indiferente al corazón de sus hijos?
¿Será Dios menos que nuestros padres?
La oración no es marcar un número de teléfono y que alguien levante el suyo al otro lado.
La oración no es tocar el timbre de la puerta y que nos responda la empleada de servicio.
Dios siempre escucha.
Dios siempre responde.
Pero ¿pediremos siempre lo que nos conviene?
Pediremos siempre lo que realmente necesitamos.
Creo que la respuesta está en lo que dice continuación Lucas: “¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!”.
No siempre los padres acceden a los caprichos de los hijos.
No siempre los padres dan lo que el hijo pide, sino lo que el hijo necesita.
Y lo que más necesitamos nosotros es el don del Espíritu Santo.
Por eso Dios siempre escucha y siempre da, por más que no siempre nosotros sintamos la presencia del Espíritu dentro de nosotros.
Por eso la oración siempre es eficaz.
No cambiando la voluntad de Dios.
Sino regalándonos al mismo Dios.
Muchos dejan de rezar porque no han sido escuchados en lo que ellos piden.
Muchos dejan de rezar porque no siempre su oración responde a los planes de Dios.
Pero el texto tiene una conclusión que parece rara y extraña: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas”.
¿Qué nos quiere decir aquí Jesús?
Algo muy sencillo: La oración tiene que ser la expresión de los dos mandamientos principales.
Expresión del amor a Dios.
Expresión del amor al hermano.
Ambos amores caminan juntos.
Ambos amores se condicionan.
Ambos amores se implican y son la mejor respuesta a la oración.
La oración tiene que expresar nuestra condición filial.
La oración tiene que expresar nuestra condición fraternal.
Y el amor es el mejor fruto de la oración.
Nosotros le pedimos menudencias y El nos da su Espíritu Santo.
Nosotros le pedimos cosas y El nos da lo más importante.
Nosotros le pedimos cosas y El se da a sí mismo.
Además la condición para que nuestra oración sea eficaz tiene que partir de nuestro amor a los demás.
Así como tenemos que amar a Dios con todo nuestro ser, es preciso que amemos a nuestros hermanos, al menos como a nosotros mismos.
Por eso, si antes de dar culto a Dios tenemos que ir a reconciliarnos con el hermano, también habría que decir que, antes de ponernos a orar, reconciliemos nuestro corazón con los demás.
Señor: no me des lo que te pido, dame lo que necesito.
Señor: no me des lo que es accidental, dame lo que es esencial.
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