Evangelio y Comentario de hoy Jueves 09 de Octubre 2014

Día litúrgico: Jueves XXVII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 11,5-13): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.
»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Comentario: Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)

El Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan
Hoy, el Evangelio es una catequesis de Jesús sobre la oración. Afirma solemnemente que el Padre siempre la escucha: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).

A veces podemos pensar que la práctica nos muestra que esto no siempre sucede, que no siempre “funciona” así. ¡Es que hay que rezar con las debidas actitudes!

La primera es la constancia, la perseverancia. Hemos de rezar sin desanimarnos nunca, aunque nos parezca que nuestra plegaria choca con un rechazo, o que no es escuchada enseguida. Es la actitud de aquel hombre inoportuno que a medianoche va a pedirle un favor a su amigo. Con su insistencia recibe los panes que necesita. Dios es el amigo que escucha desde dentro a quien es constante. Hemos de confiar en que terminará por darnos lo que pedimos, porque además de ser amigo, es Padre.

La segunda actitud que Jesús nos enseña es la confianza y el amor de hijos. La paternidad de Dios supera inmensamente a la humana, que es limitada e imperfecta: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo...!» (Lc 11,13).

Tercera: hemos de pedir sobre todo el Espíritu Santo y no sólo cosas materiales. Jesús nos anima a pedirlo, asegurándonos que lo recibiremos: «...¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). Esta petición siempre es escuchada. Es tanto como pedir la gracia de la oración, ya que el Espíritu Santo es su fuente y origen.

El beato fray Gil de Asís, compañero de san Francisco, resume la idea de este Evangelio cuando dice: «Reza con fidelidad y devoción, porque una gracia que Dios no te ha dado una vez, te la puede dar en otra ocasión. De tu cuenta pon humildemente toda la mente en Dios, y Dios pondrá en ti su gracia, según le plazca».



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Orar sin desanimarse


Jueves de la semana 27 del tiempo ordinario
“Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla; y al que llama se le abrirá”. (Lc 11,5-13)
Y sigue el tema de la oración.
El otro día era un juez que no creía en nada.
Ahora es un amigo que ya está dormido:
Ya no son horas para que alguien le despierte.
Ya no son horas de levantarse.
Ya no son horas de abrir la puerta.

Diera la impresión de que a Jesús:
Le encanta ponerle obstáculos a la oración.
Le encanta poner dificultades en el camino de la oración.
Pero a la vez destaca:
que por encima de todo, siempre se logra lo que se pide.
que para orar hay que ser constantes.
que para orar hay que ser más fuertes que las dificultades.

Por eso define la oración con tres verbos y sus consiguientes efectos:
Pedir. Al que pide se le da.
Buscar. El que busca encuentra.
Llamar. Al que llama se le abrirá.

Es que la oración es pedir.
Es reconocer lo que nos falta y necesitamos.
Es ponernos delante de Dios como pobres.

La oración es buscar.
Porque esa es la condición del hombre.
El hombre es el que se pasa buscando toda su vida.
Busca la fe, la esperanza y la caridad.
Busca a Dios sin Él no puede vivir.
Busca la verdad sin la cual la vida es una apariencia.
Busca la salvación.
Busca el perdón.

La oración es llamar.
Orar es llama al corazón de Dios.
Orar es llamar a la puerta del corazón de Dios.
Orar es llamar a la puerta del cielo.
Orar es llamar al corazón del amigo.
Orar es llamar a los que están dentro.
Orar es llamar a los que se han quedado fuera.
Orar es llamar a los que se niegan a entrar.
Orar es llamar pidiendo el perdón.
Orar es llamar pidiendo la misericordia y comprensión.

Un bello esquema de oración
Con frecuencia los libros y los mismos maestros del espíritu nos complican demasiado la oración.
Y por eso mismo muchos se desalientan.
Jesús nos propone un método sencillo.
Tan sencillo que todos lo sabemos sin complicarnos para nada.
Para cuantos dicen que no saben orar. ¿No sabes pedir?
Para cuantos encuentran dificultades para orar. ¿No sabes buscar en tu corazón?
Para cuantos no saben qué hacer en la oración. ¿No sabes llamar a Dios?

Señor: que cuando me pidas, sea generoso en darte.
Señor: que cuando me busques, no me esconda de ti.
Señor: que cuando me llames, esté pronto en responderte.

juanjauregui.es

Piedra filosofal

Piedra filosofalCuando alguien preguntó a Nikos Kazantzakis por qué amaba tanto a san Francisco, respondió: «Lo amo porque su alma, a fuerza de amor, ha vencido a la realidad». San Francisco había encontrado el secreto para transformar el metal más vil en oro puro. Para san Francisco, la ‘piedra filosofal’ no era algo inaccesible, fuera del alcance del hombre; para encontrarla no era necesario quebrantar las leyes naturales: la piedra filosofal era su propio corazón. Así, por este milagro de alquimia mística, es como él ha sometido la realidad, liberado al hombre de la fatalidad y transformado en él toda carne en espíritu.
Hay, efectivamente, dos realidades, una efímera, otra eterna, superpuestas. Y la mayor parte de los humanos sólo ven la más superficial.
Acercaos a un hospital. Entrad en una sala con cinco enfermos afectados de la misma dolencia. Seguramente encontraréis a tres de ellos acorralados por su propia enfermedad. A uno, resignado a ella. A otro, sereno y quizá radiante. ¿Cómo? A fuerza de alma. O preguntaos por qué dos oficinistas que cobran el mismo sueldo viven uno feliz y sin apuros y, por el contrario, al otro no le llega la respiración al cuello.
Y es que, efectivamente, la piedra filosofal existe.
No es ningún sueño romántico. Y es de fabricación casera. ¿Que cómo se fabrica? Cada uno debe encontrar su propia receta. Pero podrían servir algunos de estos consejos:
-El primero y más importante es tener algún gran ideal para cuya consecución lleguen a importar bien poco los fracasos y las dificultades.
-Tener fe en el futuro y confianza en la vida. Asumir cada día los problemas de hoy en lugar de ponerse a sufrir anticipadamente por los que podrían tal vez llegarnos mañana.
-Tomar y vivir la decisión de pensar mucho más en lo positivo y bueno que tenemos que en las zonas negras que tendremos que cruzar. Hablar del bien; no revolver los residuos de los fracasos.
-Creer descaradamente en el prójimo y preferir ser engañado una vez por él a pasarnos toda la vida desconfiando de todos (con lo que seremos perpetuamente engañados).
-Dedicarse más a los problemas del prójimo que a los propios. Así se curarán o mitigarán los dos.
-Amar sin preguntarse si nos lo agradecerán. Estar seguros de que, a la larga, incluso en este mundo el amor acaba funcionando y también nos querrán más de lo que merezcamos.
-Despertarse cada mañana como recién nacidos.
Colgar cada noche en el perchero las preocupaciones de ayer y dormir olvidándolas.
-Sonreír, aunque no se tengan ganas. Sonreír sobre todo si un día se debe decir algo amargo
-Aprender de los niños, aprender de los santos.
-Dar tiempo al tiempo, sabiendo que las frutas maduran lentamente.
-No ser demasiado ambiciosos. Querer pocas cosas, pero quererlas apasionadamente.
-Recordar al menos cuatro o cinco veces al día que tenemos alma y alimentarla tanto como al cuerpo por lo menos.
-Hacer, si se puede, un trabajo que amemos. O si no, al menos amar lo que tenemos que hacer.
-Descubrir que casi siempre los disgustos que nos llevamos son mayores que los motivos que los causaron.
-Recordar que, a fin de cuentas, todos los trucos son trucos y sólo sirven para ir descubriendo que será la gracia de Dios la que nos hará felices, porque ésa y no otra es la piedra filosofal.
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