Día litúrgico: Viernes I de Adviento
Texto del Evangelio (Mt 9,27-31):
Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando:
«¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y al llegar a casa, se le
acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?».
Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en
vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó
severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto
salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.
Comentario
Jesús les dice: ‘¿Creéis que puedo hacer eso?’. Dícenle: ‘Sí, Señor’
Hoy,
en este primer viernes de Adviento, el Evangelio nos presenta tres
personajes: Jesús en el centro de la escena, y dos ciegos que se le
acercan llenos de fe y con el corazón esperanzado. Habían oído hablar de
Él, de su ternura para con los enfermos y de su poder. Estos trazos le
identificaban como el Mesías. ¿Quién mejor que Él podría hacerse cargo
de su desgracia?Los dos ciegos hacen piña y, en comunidad, se dirigen ambos hacia Jesús. Al unísono realizan una plegaria de petición al Enviado de Dios, al Mesías, a quien nombran con el título de “Hijo de David”. Quieren, con su plegaria, provocar la compasión de Jesús: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27).
Jesús interpela su fe: «¿Creéis que puedo hacer eso?» (Mt 9,28). Si ellos se han acercado al Enviado de Dios es precisamente porque creen en Él. A una sola voz hacen una bella profesión de fe, respondiendo: «Sí, Señor» (Ibidem). Y Jesús concede la vista a aquellos que ya veían por la fe. En efecto, creer es ver con los ojos de nuestro interior.
Este tiempo de Adviento es el adecuado, también para nosotros, para buscar a Jesús con un gran deseo, como los dos ciegos, haciendo comunidad, haciendo Iglesia. Con la Iglesia proclamamos en el Espíritu Santo: «Ven, Señor Jesús» (cf. Ap 22,17-20). Jesús viene con su poder de abrir completamente los ojos de nuestro corazón, y hacer que veamos, que creamos. El Adviento es un tiempo fuerte de oración: tiempo para hacer plegaria de petición, y sobre todo, oración de profesión de fe. Tiempo de ver y de creer.
Recordemos las palabras del Principito: «Lo esencial sólo se ve con el corazón»
Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú eres nuestra luz y nuestra ayuda.
A pesar de nuestras limitaciones y ambigüedades,
ponemos toda nuestra confianza en ti.
Sabemos que somos débiles,
pero aun así sabemos también que nuestras debilidades
pueden ser constructivas.
Nos percatamos de que el pecado no está muerto en nosotros,
pero también de que los pecadores pueden servirte.
Somos mortales, pero podemos vivir con la muerte
como una dimensión de la vida,
pero nunca como obstáculo final.
¡Oh Dios, ayúdanos a vivir contando con estas realidades,
con fe y esperanza,
en Jesucristo nuestro Señor!
Hermanos: Que Dios abra nuestros ojos para que podamos mirar nos con ojos de fe a nosotros mismos y a este nuestro mundo. Entonces esperamos que pocos espacios quedarán oscuros en nuestra vida. Que Dios toque los ojos de nuestros corazones y nos bendiga.
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Querido amigo/a:
No hay peor ciego que el que no quiere mirar. Y digo “mirar” y no “ver”. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define “ver” en su primera acepción como: percibir algo material por medio del sentido de la vista. Y mirar como: dirigir la vista hacia algo y fijar la atención en ello. Lo que quiero resaltar es que “mirar” es un verbo mucho más activo que “ver”. Para mirar no basta con ver, sino que además, se requiere fijar la atención. Pues bien, para ser un buen seguidor de Jesús, hay que mirar. El Adviento nos invita a mirar. Necesitamos re-aprender el arte de la mirada. Mirar una puesta de sol, el vuelo de una pluma, la sonrisa de un anciano… y aprender a mirar lo que no se ve a simple vista.
El hombre y mujer contemporáneo padece una obsesión y justificación que lo persigue angustiosamente: “no tengo tiempo”. En una vida acelerada y estresada como la urbana se hace muy difícil la mirada contemplativa; donde no hay una mirada serena no puede haber una comprensión verdadera, y donde la incomprensión es grande, suelen nacer la mayoría de nuestros conflictos, malentendidos con los demás, suspicacias y susceptibilidades. Si no hay tiempo para mirar, ¿cómo va a haber tiempo para mirar a Dios? Creo que este es el drama de muchos hombres y mujeres, no poder encontrarse con Dios (tener experiencia de Él) porque no lo ven, y no verlo porque no se han parado a mirarlo ni en sí mismos, ni en los demás, ni en los más pequeños, ni en la naturaleza,… ni en ninguna parte. Sin la mirada no puede nacer la comprensión del mensaje ni, en consecuencia, la fe.
La Palabra de hoy nos invita a curar nuestras cegueras: sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos - leemos hoy en el profeta Isaías-. Y en el evangelio de Mateo, Jesús realiza la curación de los dos ciegos. Ver para mirar, ver para creer. Mira en este Adviento más allá de las apariencias, mira con atención, mira a tu interior -a donde nos cuesta más dirigir la mirada-, mira con detalle, mira con calma, mira con ojos nuevos, mira al desconocido, mira al que no te ve con buenos ojos, mira con profundidad, aguanta la mirada, mira con dulzura, mira con fuerza, mira con amor… y verás a Dios. Hoy queremos que Jesús cure nuestras cegueras. Hoy gritamos con los ciegos del evangelio: ¡Ten compasión de nosotros, hijo de David!
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.
No hay peor ciego que el que no quiere mirar. Y digo “mirar” y no “ver”. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define “ver” en su primera acepción como: percibir algo material por medio del sentido de la vista. Y mirar como: dirigir la vista hacia algo y fijar la atención en ello. Lo que quiero resaltar es que “mirar” es un verbo mucho más activo que “ver”. Para mirar no basta con ver, sino que además, se requiere fijar la atención. Pues bien, para ser un buen seguidor de Jesús, hay que mirar. El Adviento nos invita a mirar. Necesitamos re-aprender el arte de la mirada. Mirar una puesta de sol, el vuelo de una pluma, la sonrisa de un anciano… y aprender a mirar lo que no se ve a simple vista.
El hombre y mujer contemporáneo padece una obsesión y justificación que lo persigue angustiosamente: “no tengo tiempo”. En una vida acelerada y estresada como la urbana se hace muy difícil la mirada contemplativa; donde no hay una mirada serena no puede haber una comprensión verdadera, y donde la incomprensión es grande, suelen nacer la mayoría de nuestros conflictos, malentendidos con los demás, suspicacias y susceptibilidades. Si no hay tiempo para mirar, ¿cómo va a haber tiempo para mirar a Dios? Creo que este es el drama de muchos hombres y mujeres, no poder encontrarse con Dios (tener experiencia de Él) porque no lo ven, y no verlo porque no se han parado a mirarlo ni en sí mismos, ni en los demás, ni en los más pequeños, ni en la naturaleza,… ni en ninguna parte. Sin la mirada no puede nacer la comprensión del mensaje ni, en consecuencia, la fe.
La Palabra de hoy nos invita a curar nuestras cegueras: sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos - leemos hoy en el profeta Isaías-. Y en el evangelio de Mateo, Jesús realiza la curación de los dos ciegos. Ver para mirar, ver para creer. Mira en este Adviento más allá de las apariencias, mira con atención, mira a tu interior -a donde nos cuesta más dirigir la mirada-, mira con detalle, mira con calma, mira con ojos nuevos, mira al desconocido, mira al que no te ve con buenos ojos, mira con profundidad, aguanta la mirada, mira con dulzura, mira con fuerza, mira con amor… y verás a Dios. Hoy queremos que Jesús cure nuestras cegueras. Hoy gritamos con los ciegos del evangelio: ¡Ten compasión de nosotros, hijo de David!
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.