Evangelio y Comentario de hoy Miercoles 13 de Noviembre 2013

Curación de diez leprosos
Lucas 17, 11-19. Tiempo Ordinario. Agradece a Dios todo lo que te da cada día. Pero sobre todo darle gracias por la fe.
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 11-19

En aquel tiempo, yendo Jesús de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado.

Oración introductoria

Señor, aumenta mi fe para que pueda alcanzar la salvación. Ten compasión y permite que esta oración me ayude a vivir este día con humildad, con esperanza y alegría, sirviendo a todos, especialmente a los que tengo más cerca.

Petición

Señor, dame la gracia de saber agradecerte todos los dones que me das.

Meditación del Papa Francisco


Jesús nos dice que, o se sigue el Reino de Dios o a las riquezas y a las preocupaciones mundanas. En el Bautismo somos elegidos en el amor, por Él, tenemos un Padre que nos puso en camino. Y así, el futuro también es alegre, porque caminamos hacia una promesa. El Señor es fiel, Él no defrauda, y por lo tanto estamos llamados a hacer lo que podemos, sin decepción, sin olvidar que tenemos un Padre en el pasado que nos ha elegido. Las riquezas y las preocupaciones, advirtió, son las dos cosas que nos hacen olvidar nuestro pasado, que nos hacen vivir como si no tuviéramos un Padre. Olvidar el pasado, no aceptar el presente, desfigurar el futuro: esto es lo que hacen las riquezas y las preocupaciones. El Señor nos dice: ´¡Pero, no te preocupes! Busquen el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás vendrá´. Pidamos al Señor la gracia de no equivocarnos con las preocupaciones, con la idolatría de la riqueza y siempre tener memoria de que tenemos un Padre que nos ha elegido, recordar que este Padre nos promete algo bueno, que es caminar hacia aquella promesa y tener el valor de tomar el presente como viene. ¡Pidamos esta gracia al Señor! (cf S.S. Francisco, 22 de junio de 2013).

Reflexión

¡Cuánto se agradece cuando una persona se detiene en la carretera para ayudarnos cuando nuestro coche se ha averiado! "Jamás me había visto antes, sabía que muy probablemente no nos volveríamos a encontrar para que yo le agradeciera este favor... y sin embargo, tuvo el detalle de detenerse para hacerlo." Parece obligado que ante este hecho, brote del corazón la gratitud.

Pero suele suceder que las personas que saben agradecer las cosas grandes, son las que también lo hacen ante pequeños detalles, que podrían pasar inadvertidos. A quien le cede el paso en medio del tráfico, al que sabe sonreír en el trabajo los lunes por la mañana, a la persona que atiende en la farmacia o en el banco... Son felices porque les sobran motivos para decir esa palabra que para otros es extraña y humillante.

Quien la pronuncia con sinceridad, al mismo tiempo llena de alegría a los demás, y crea "el círculo virtuoso" de la gratitud, en el que cada uno cumple su deber con mayor gusto y perfección.

Y si estas personas agradecen a los hombres los pequeños favores y detalles, ¡cuánto más a Dios que es quien a través de canales tan variados nos hace llegar todo lo bueno que hay en nuestra vida! ¡Gracias!

Es frecuente que nos olvidemos de dar gracias a Dios por los beneficios recibidos. Somos prontos para pedir y tardos para agradecer.

A veces las cosas nos parecen tan naturales que no se nos ocurre ageradecerlas a Dios:

Darle gracias por las maravillas de la naturaleza: del aire que es gratis para todo el mundo. Del agua: ese tesoro de la naturaleza.

Dar gracias a Dios por las maravillas del cuerpo humano. De tener ojos: esas maravillosas máquinas fotográficas. De tener oídos: esa maravilla de la técnica. Supongamos que fuéramos ciegos o mudos.

Dar gracias Dios por la familia en la que hemos nacido. Quizás tengamos problemas, pero si miramos para atrás veremos tragedias espantosas.

Dar gracias Dios por nuestra Patria. Las hay mejores, pero también las hay mucho peores. Supongamos que hubiéramos nacido en Etiopía o en Somalia: donde tantos mueren de hambre.

Pero sobre todo darle gracias por la fe. Es el mayor tesoro que podemos tener en la Tierra.

Y la principal petición es en ella morir. Tener la suerte inmensa de una santa muerte.

Propósito


Iniciar mis actividades, especialmente la oración, pidiendo a Dios que aumente mi fe.

Diálogo con Cristo

Señor, permite que sepa reconocer los muchos dones que me has dado, utilizarlos bien y darte gracias por ellos. Tú no necesitas mi agradecimiento, soy yo quien necesita reconocer que, sin tu gracia, nada puedo y de nada me sirven los dones terrenales que pueda tener.

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Miércoles de la semana 32 del Tiempo Ordinario
“Al entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros” Mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nuevo ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?” Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. (Lc 17, 11-19)
Resulta curioso este Evangelio.
El dolor y el sufrimiento unen por encima de las diferencias.
No siempre los milagros despiertan la fe para seguir a Jesús.
El sufrimiento une:
¿Es posible ver juntos a judíos y samaritanos?
Si se odiaban a muerte.
Los samaritanos no hospedaron a Jesús precisamente porque iba a Jerusalén.
La religión los dividía.
El templo de Jerusalén en pugna con el templo del Garicín.
Y sin embargo, el dolor y sufrimiento pareciera que tiene la virtud de ablandarnos, hacernos olvidar nuestras diferencias para unirnos en la misma desgracia y marginación.
Los diez marginados por sus propias religiones.
Pero unidos por la lepra.
Lo que la religión dividía, lo unía la lepra.
Podemos pensar diferente, pero ante una desgracia nos unimos.
Podemos tener diferentes ideas políticas, pero ante una desgracia nos unimos.
Podemos tener diferentes creencias religiosas, pero ante una desgracia todos nos unimos en la cooperación.
Nos unimos todos en un terremoto.
Nos unimos todos ante un accidente.
Nos unimos todos ante un incendio.
Esa es una de las fuerzas del sufrimiento.
El placer y el bienestar nos dividen.
El dolor tiene el poder de hermanarnos.
Los milagros no siempre cambian el corazón.
Los milagros pueden sanar nuestros cuerpos.
Pero los milagros no siempre sanan nuestras almas.
De los diez leprosos:
Nueve regresan a su propia religión de la Ley.
Nueve regresan a su propio templo.
Nueve regresan a la Ley que un día los excluyó.
De los diez leprosos:
Solo uno se sintió tocado por la gracia de Jesús.
Solo uno se sintió, no solo sanado de la lepra, sino que sintió sana el alma.
Por eso, solo uno de ellos se sale del grupo y regresa a Jesús:
“se volvió alabando a Dios a grandes gritos”.
“se echó a los pies de Jesús, dándole gracias”.
Solo a uno le dice Jesús:
“Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
Y para colmo: “este era un samaritano”.
Este era de los malos, de los marginados por el Templo y la Ley.
Este era de los paganos e idólatras.
Los nueve siguieron su camino de siempre.
Solo uno cambió de camino.
Todos quedaron limpios de la lepra.
Pero solo uno quedó limpio de la lepra y con un alma nueva.
Es el misterio de la gracia de Dios.
Todos tenemos la misma oportunidad, pero solo alguno la siente.
Todos comemos el mismo pan de la eucaristía, pero solo algunos sienten la presencia de Dios.
Todos leemos el mismo Evangelio, pero sólo algunos terminan creyendo en él.
Todos estamos llamados por Dios, y solo algunos le escuchan y la siguen.
Todos vivimos el milagro diario de la vida, pero solo algunos saben agradecerla.
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