+ Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran diciendo: 'Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar' ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.»
Palabra del Señor
Todos quisiéramos llegar a la cima.
Pero preferimos caminar cuesta abajo.
Todos quisiéramos llegar lejos.
Pero preferimos caminar despacio.
Todos quisiéramos llegar pronto.
Pero preferimos caminar sin prisas.
Todos quisiéramos saberlo todo.
Pero preferimos estudiar poco.
Todos quisiéramos tener grandes éxitos.
Pero preferimos el mínimo esfuerzo.
Sin esfuerzo, nadie logra grandes cosas.
Sin riesgo, sólo experimentaremos lo fácil.
Cuesta abajo, nunca se puede subir muy alto.
Cuesta abajo, las cimas se alejan.
Cuesta abajo, se requiere menos esfuerzos.
Pero nunca nos llevan a las alturas.
Las grandes pelambreras, no son señales de grandes ideas.
Los grandes ruidos no son garantía de buena música.
Las grandes contorsiones, no garantizan un buen baile.
Muchas horas de baile, no garantizan una noche feliz.
¿No es este también el Mensaje que nos trae el Evangelio de hoy? (Lc 14,25-33) Un Evangelio que nos propone una gran meta: el seguimiento de Jesús. Pero que no lo pone ni fácil ni barato. Y que por eso mismo nos pide que antes de tomar la decisión de seguirle, lo pensemos bien. Que eso de ser cristiano no es una broma ni está tampoco para indecisos, cobardes, cansados. Ni para quienes quieren ganar mucho pero invirtiendo poco.
Porque eso de comenzar y quedarse a medio camino no va con el Evangelio. Eso de arrepentirse en el camino no va con el ideal de Jesús. El precio es alto. Pero el ideal y la meta que nos propone bien merece nuestra inversión. ¿Sabes cuál es el precio que tiene que pagar en su vida un buen deportista? ¿Sabes cuál es el precio que tiene que pagar ese escalador de cumbres como el Everest? ¿Sabes cuál es le precio que tiene que pagar el tensita que se pasa horas y horas sudando tinta en la cancha? Es que los triunfos nunca fueron baratos. Pero tampoco nada causa más alegría que subirse al podium y escuchar el himno nacional.
Jesús nos pone hoy el precio de seguirle hasta el final con gozo y con alegría y poder compartir con El los triunfos pascuales de la Resurrección. Los tienes en el texto de Lucas pero te los recuerdo:
1. “Si alguien se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos......”
Alguien se atrevió a cambiar lo de posponer por lo de “odiar”. Jesús no es tan bruto ni tan inhumano. Habla de “posponer”. Es decir escala de valores. Y romper implica:
Renunciar a su pasado. Renunciar a las seguridades del grupo familiar, del clan, de la propia cultura, de la propia nacionalidad. Es decir a todo el pasado en el que se apoyaba hasta ahora, y se decide a correrse el riesgo de la novedad del Evangelio y del Reino.
Poner por encima de las viejas seguridades, los riesgos desconocidos de la fe.
Poner por encima de los intereses personales y familiares, los intereses del Reino.
Poner por encima de los intereses nacionalistas, los intereses del Reino de Dios.
2.- “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. No. Jesús no es amigo del sufrimiento, ni del dolor, y menos de la cruz. La Cruz que hay que llevar detrás de El es la misma que El llevó: la cruz consecuencia de la fidelidad hasta el final. La cruz nunca será un fin ni una meta. Ni siquiera un medio para algo. La cruz de Jesús y la del que le sigue, siempre es consecuencia de coherencias y de fidelidades al Evangelio.
No es esa cruz que llamamos enfermedad.
No es esa cruz que llamamos problemas de la lucha diaria.
No es esa cruz que llamamos sacrificios, penitencias, ayunos.
Es la cruz de las consecuencias de ser fiel a tu Bautismo, fiel al Evangelio, fiel a la llamada de Dios en tu vida. Que unas veces será la cruz de que los demás se rían de ti. O la cruz de que los demás te marginen. O incluso la cruz de tener que ratificar tu fe con tu propia vida.
3. “El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. No te está pidiendo que pases hambre para ser bueno. Pero sí te está pidiendo renuncies a lo que tienes para que lo compartas con los que no tienen. No te pide que:
Renuncies al dinero, sino que el dinero no sea tu Dios.
Renuncies a tu riqueza, sino que tu riqueza no sea una atadura para buscar tu libertad de espíritu.
Renuncies a lo que tienes, sino que pongas tu verdadera riqueza en los valores del Evangelio.
Renuncies a tu cuenta bancaria, sino que no metas tu corazón en la caja fuerte.
Renuncies a tu casa, sino que la abras y acojas a todos en ella.
Renuncies a comer bien, sino que compartas para que los que no comen puedan comer hoy.
¿Te parece que la cosa está demasiado cara? Piensa lo que gastas en tonterías y en simples apariencias.
Piensa en la meta y el ideal que tienes por delante. Y verás que ¡bien valió la pena luchar! ¡Bien valió la pena renunciar a todo esto! Todo va a depender de qué significa Jesús para ti, qué valor tiene para ti el Evangelio y el Reino, qué significa y que vale para ti tu Bautismo. Porque yo me imagino que no querrás ser bautizado para que luego todo el mundo se ría de ti porque el Bautismo no significa nada en tu vida, y todo quedó en el álbum de fotos.
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