“Vivir con alegría 365 días del año”:


1  “He comprado unas semillas y las he sembrado en mi jardín. Ahora, sólo puedo hacer una cosa: esperar a que broten y crezcan. Y tengo fe de que realmente broten los tallos. Es la misma fe que Dios tiene en mí cuando siembra en mi vida las semillas bautismales de la vida y de la gracia”.

2  “He visto unos semillas. Son insignificantes. Casi no se ven. Y sin embargo cuando las siembre serán flores que adornen mi jardín. Hay cosas muy pequeñas que pueden sembrar de belleza el jardín de mi corazón”.

3  “A veces pienso que lo pequeño carece de importancia. Siento que debo hacer cosas grandes para ser algo en la vida. Cuando veo las semillas, me doy cuenta de que también con las cosas muy pequeñas, cada vida puede ser un campo de flores o un campo de trigo en flor”.

4  “En la vida, lo más importante es la semilla. Nada se nos da ya maduro. Todo tiene que ser sembrado, brotar y crecer. Lo que hoy parece grande, algún día no fue sino una simple semilla, casi insignificante. Hoy me dedico a sembrar semillas en mi corazón y en el corazón de aquellos que se me acercan”.

5  “Me dan envidia los sembradores. Sus manos siempre están abiertas para que las semillas caigan en el surco de la tierra. Sólo las manos generosas, manos abiertas, son capaces de llenar los surcos de la vida de posibilidades de nueva vida”.

6  “Las semillas me hablan de tiempo de espera. Las semillas nunca tienen prisa. El corazón tiene que crecer al ritmo de las semillas. Sólo así podrán florecer debidamente. Las prisas son malas hasta para el corazón”.

7  “Las semillas me hablan de mañana, de primavera, de verano. Por eso, las semillas no se quejan del frío del invierno. Los fríos invernales las favorecen y ayudan a fortalecerse para luego brotar con más vida en la primavera. Ya no van a importarme los fríos del alma, porque cualquier día amanece también en mí una nueva primavera”.