En
todas las demás misas de este domingo, en las que no se hace la entrada
solemne, se recuerda la entrada del Señor en Jerusalén por medio de una
entrada sencilla.
Mientras
el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con su
salmo u otro cántico sobre el mismo tema. El sacerdote, al llegar al
altar, hace la debida reverencia, va a la sede y saluda al pueblo. Luego
sigue la misa de la manera acostumbrada.
En
las misas sin pueblo y en las misas en que no es posible cantar la
antífona de entrada, el sacerdote, después de llegar al altar y de haber
hecho la debida reverencia, saluda al pueblo, lee la antífona de
entrada y prosigue la misa de la manera acostumbrada.
ANTÍFONA DE ENTRADA
Seis
días antes de la Pascua, cuando el Señor entró en Jerusalén, salieron
los niños a su encuentro llevando en sus manos hojas de palmera y
gritando: Hosanna en el cielo. Bendito tú, que vienes lleno de bondad y
de misericordia. (Sal 23, 9-10)
Puertas,
ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar
el Rey de la gloria. Y ¿quién es ese Rey de la gloria? El Señor de los
ejércitos es el Rey de la gloria. Hosanna en el cielo. Bendito tú, que
vienes lleno de bondad y de misericordia.
Cuando
no se puede hacer ni la procesión, ni la entrada solemne, es
conveniente hacer una celebración de la palabra de Dios, acerca de la
entrada mesiánica y de la Pasión del Señor, ya sea el sábado en la
tarde, o bien el domingo, a la hora más oportuna.
LA MISA
Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración colecta.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se hiciera
hombre y padeciera en la cruz para dar al género humano ejemplo de
humildad, concédenos, benigno, seguir las enseñanzas de su pasión y que
merezcamos participar de su gloriosa resurrección. Él, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
Dada
la importancia de la Pasión del Señor, el sacerdote, en las misas con
el pueblo, y de acuerdo con las características de los fieles de cada
asamblea, puede omitir, una de las dos primeras lecturas, o ambas, y
leer sólo la Pasión del Señor, aun en su forma breve.
LITURGIA DE LA PALABRA
No apartaré mi rostro de los insultos, y se que no quedaré avergonzado.
Lectura del libro del profeta Isaías: 50, 4-7
En
aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta,
para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana
tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como
discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto
resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí
la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de
la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 21
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos
los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: "Confiaba en
el Señor, pues que Él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre". R/.
Los
malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis
pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos. R/.
Reparten
entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor,
auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado. R/.
A
mis hermanos contaré tu gloria y en la asamblea alabaré tu nombre. Que
alaben al Señor los que lo temen. Que el pueblo de Israel siempre lo
adore. R/.
Cristo se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses: 2, 6-11
Cristo,
siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su
condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así,
hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó
incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por
eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está
sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la
rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan
públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN (Flp 2, 8-9)
Cristo
se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una
muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le
otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R/.
No se llevan velas ni incienso para la lectura de la Pasión del Señor, ni se hace al principio el saludos, ni se signa el libro.
La lectura la hace un diácono o, en su defecto, el sacerdote. Puedo también ser hecho por lectores, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo.
Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes del canto de la Pasión, como se hace antes del Evangelio.
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS: (22, 14-23, 56)
He deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer
Llegada
la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: "Cuánto
he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque
yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal
cumplimiento en el Reino de Dios". Luego tomó en sus manos una copa de
vino, pronunció la acción de gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo
entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de
la vid hasta que venga el Reino de Dios".
Hagan esto en memoria mía
Tomando
después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio,
diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en
memoria mía". Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino,
diciendo: "Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se
derrama por ustedes".
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado!
"Pero
miren: la mano del que me va a entregar está conmigo en la mesa. Porque
el Hijo del hombre va a morir, según lo decretado; pero ¡ay de aquel
hombre por quien será entregado!". Ellos empezaron a preguntarse unos a
otros quién de ellos podía ser el que lo iba a traicionar.
Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve
Después
los discípulos se pusieron a discutir sobre cuál de ellos debería ser
considerado como el más importante. Jesús les dijo: "Los reyes de los
paganos los dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar
bienhechores. Pero ustedes no hagan eso, sino todo lo contrario: que el
mayor entre ustedes actúe como si fuera el menor, y el que gobierna,
como si fuera un servidor. Porque, ¿quién vale más, el que está a la
mesa o el que sirve? ¿Verdad que es el que está a la mesa? Pues yo estoy
en medio de ustedes como el que sirve. Ustedes han perseverado conmigo
en mis pruebas, y yo les voy a dar el Reino, como mi Padre me lo dio a
mí, para que coman y beban a mi mesa en el Reino, y se siente cada uno
en un trono, para juzgar a las doce tribus de Israel".
Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos
Luego
añadió: "Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para
zarandearlos como trigo; pero yo he orado por ti, para que tu fe no
desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos". Él le
contestó: "Señor, estoy dispuesto a ir contigo incluso a la cárcel y a
la muerte". Jesús le replicó: "Te digo, Pedro, que hoy, antes de que
cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".
Conviene que se cumpla en mí lo que está escrito
Después
les dijo a todos ellos: "Cuando los envié sin provisiones, sin dinero
ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?". Ellos contestaron: "Nada". Él
añadió: "Ahora, en cambio, el que tenga dinero o provisiones, que los
tome; y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. Les
aseguro que conviene que se cumpla esto que está escrito de mí: Fue
contado entre los malhechores, porque se acerca el cumplimiento de todo
lo que se refiere a mí". Ellos le dijeron: "Señor, aquí hay dos
espadas". Él les contestó: "¡Basta ya!".
Lleno de tristeza, se puso a orar de rodillas
Salió
Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los
discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: "Oren, para no caer en la
tentación". Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y
se puso a orar de rodillas, diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mí
esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". Se
le apareció entonces un ángel para confortarlo; Él, en su angustia
mortal, oraba con mayor insistencia, y comenzó a sudar gruesas gotas de
sangre, que caían hasta el suelo. Por fin terminó su oración, se
levantó, fue hacia sus discípulos y los encontró dormidos por la pena.
Entonces les dijo: "¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no
caer en la tentación".
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
Todavía
estaba hablando, cuando llegó una turba encabezada por Judas, uno de
los Doce, quien se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: "Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del hombre?".
Al
darse cuenta de lo que iba a suceder, los que estaban con Él dijeron:
"Señor, ¿los atacamos con la espada?". Y uno de ellos hirió a un criado
del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino,
diciendo: "¡Dejen! ¡Basta!". Le tocó la oreja y lo curó.
Después
Jesús les dijo a los sumos sacerdotes, a los encargados del templo y a
los ancianos que habían venido a arrestarlo: "Han venido a aprehenderme
con espadas y palos, como si fuera un bandido. Todos los días he estado
con ustedes en el templo y no me echaron mano. Pero ésta es su hora y la
del poder de las tinieblas".
Pedro salió de ahí y se soltó a llorar
Ellos
lo arrestaron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del sumo
sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. Encendieron fuego en medio del
patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó también con ellos. Al
verlo sentado junto a la lumbre, una criada se le quedó mirando y dijo:
"Éste también estaba con Él". Pero él lo negó diciendo: "No lo conozco,
mujer". Poco después lo vio otro y le dijo: "Tú también eres uno de
ellos". Pedro replicó: "¡Hombre, no lo soy!". Y como después de una
hora, otro insistió: "Sin duda que éste también estaba con Él, porque es
galileo". Pedro contestó: "Hombre, no sé de qué hablas!". Todavía
estaba hablando, cuando cantó un gallo.
El
Señor, volviéndose, miró a Pedro. Pedro se acordó entonces de las
palabras que el Señor le había dicho: ‘Antes de que cante el gallo, me
negarás tres veces’, y saliendo de allí se soltó a llorar amargamente.
Adivina quién te ha pegado
Los
hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de Él, le daban golpes, le
tapaban la cara y le preguntaban: "¿Adivina quién te ha pegado?". Y
proferían contra Él muchos insultos.
Lo hicieron comparecer ante el sanedrín
Al
amanecer se reunió el consejo de los ancianos con los sumos sacerdotes y
los escribas. Hicieron comparecer a Jesús ante el sanedrín y le
dijeron: "Si tú eres el Mesías, dínoslo". Él les contestó: "Si se lo
digo, no lo van a creer, y si les pregunto, no me van a responder. Pero
ya desde ahora, el Hijo del hombre está sentado a la derecha de Dios
todopoderoso". Dijeron todos: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?". Él
les contestó: "Ustedes mismos lo han dicho: sí lo soy". Entonces ellos
dijeron: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Nosotros mismos lo
hemos oído de su boca". El consejo de los ancianos, con los sumos
sacerdotes y los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato.
No encuentro ninguna culpa en este hombre
Entonces
comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos comprobado que éste anda
amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al
César y diciendo que Él es el Mesías rey".
Pilato
preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Él le contestó: "Tú
lo has dicho". Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: "No
encuentro ninguna culpa en este hombre". Ellos insistían con más fuerza,
diciendo:
"Solivianta
al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí". Al oír
esto, Pilato preguntó si era galileo, y al enterarse de que era de la
jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya que Herodes estaba en
Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes,
al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que
quería verlo, pues había oído hablar mucho de Él y esperaba presenciar
algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero Él no le contestó ni
una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo
sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y
se burló de Él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo
remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato,
porque antes eran enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato
convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les
dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo;
pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en Él
ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha
enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha
probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con
ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos
vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!". A
éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la
ciudad y un homicidio.
Pilato
volvió a dirigirles la palabra, con la intención de poner en libertad a
Jesús; pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo, crucifícalo!". Él
les dijo por tercera vez: "¿Pues qué ha hecho de malo? No he encontrado
en El ningún delito que merezca la muerte; de modo que le aplicaré un
escarmiento y lo soltaré". Pero ellos insistían, pidiendo a gritos que
lo crucificaran. Como iba creciendo el griterío, Pilato decidió que se
cumpliera su petición; soltó al que le pedían, al que había sido
encarcelado por revuelta y homicidio, y a Jesús se lo entregó a su
arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras
lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que
volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo
iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban
el pecho y lloraban por El. Jesús se volvió hacia las mujeres y les
dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por
sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: `¡Dichosas las
estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han
criado!’. Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros y a
las colinas: ‘Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué
pasará con el seco?".
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Conducían,
además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con Él. Cuando llegaron
al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a Él y a los
malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía
desde la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Los
soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
Éste es el rey de los judíos
El
pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: "A
otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios,
el elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a
Él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de los judíos,
sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en
griego, latín y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los judíos".
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno
de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: "Si tú
eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro le
reclamaba, indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo
suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero
éste ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor, cuando llegues a
tu Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo te aseguro que hoy
estarás conmigo en el paraíso".
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era
casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se
oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó
a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu!".
Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
El
oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo:
"Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre que había
acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa
dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a
distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea,
y permanecían mirando todo aquello.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro
Un
hombre llamado José, consejero del sanedrín, hombre bueno y justo, que
no había estado de acuerdo con la decisión de los judíos ni con sus
actos, que era natural de Arimatea, ciudad de Judea, y que aguardaba el
Reino de Dios, se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro
excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día
de la Pascua y ya iba a empezar el sábado. Las mujeres que habían
seguido a Jesús desde Galilea acompañaron a José para ver el sepulcro y
cómo colocaban el cuerpo. Al regresar a su casa, prepararon perfumes y
ungüentos, y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
O bien: Forma breve.
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS: (23, 1-49)
No encuentro ninguna culpa en este hombre
En
aquel tiempo, el consejo de los ancianos, con los sumos sacerdotes y
los escribas, se levantaron y llevaron a Jesús ante Pilato. Entonces
comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos comprobado que éste anda
amotinando a nuestra nación y oponiéndose a que se pague tributo al
César y diciendo que Él es el Mesías rey".
Pilato
preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Él le contestó: "Tú
lo has dicho". Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: "No
encuentro ninguna culpa en este hombre". Ellos insistían con más fuerza,
diciendo: "Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea
hasta aquí". Al oír esto, Pilato preguntó si era galileo, y al
enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió, ya
que Herodes estaba en Jerusalén precisamente por aquellos días.
Herodes, con su escolta, lo despreció
Herodes,
al ver a Jesús, se puso muy contento, porque hacía mucho tiempo que
quería verlo, pues había oído hablar mucho de Él y esperaba presenciar
algún milagro suyo. Le hizo muchas preguntas, pero Él no le contestó ni
una palabra. Estaban ahí los sumos sacerdotes y los escribas, acusándolo
sin cesar. Entonces Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y
se burló de Él, y le mandó poner una vestidura blanca. Después se lo
remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato,
porque antes eran enemigos.
Pilato les entregó a Jesús
Pilato
convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les
dijo: "Me han traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo;
pero yo lo he interrogado delante de ustedes y no he encontrado en Él
ninguna de las culpas de que lo acusan. Tampoco Herodes, porque me lo ha
enviado de nuevo. Ya ven que ningún delito digno de muerte se ha
probado. Así pues, le aplicaré un escarmiento y lo soltaré".
Con
ocasión de la fiesta, Pilato tenía que dejarles libre a un preso. Ellos
vociferaron en masa, diciendo: "¡Quita a ése! ¡Suéltanos a Barrabás!". A
éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la
ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra, con la
intención de poner en libertad a Jesús; pero ellos seguían gritando:
"¡Crucifícalo, crucifícalo!". Él les dijo por tercera vez: "¿Pues qué ha
hecho de malo? No he encontrado en Él ningún delito que merezca la
muerte; de modo que le aplicaré un escarmiento y lo soltaré". Pero ellos
insistían, pidiendo a gritos que lo crucificara. Como iba creciendo el
griterío, Pilato decidió que se cumpliera su petición; soltó al que le
pedían, al que había sido encarcelado por revuelta y homicidio, y a
Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
Mientras
lo llevaban a crucificar, echaron mano a un cierto Simón de Cirene, que
volvía del campo, y lo obligaron a cargar la cruz, detrás de Jesús. Lo
iba siguiendo una gran multitud de hombres y mujeres, que se golpeaban
el pecho y lloraban por El. Jesús se volvió hacia las mujeres y les
dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren por ustedes y por
sus hijos, porque van a venir días en que se dirá: `¡Dichosas las
estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han
criado!’. Entonces dirán a los montes: ‘Desplómense sobre nosotros’, y a
las colinas: Sepúltennos’, porque si así tratan al árbol verde, ¿qué
pasará con el seco?".
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Conducían,
además, a dos malhechores, para ajusticiarlos con Él. Cuando llegaron
al lugar llamado "la Calavera", lo crucificaron allí, a Él y a los
malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía
desde la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Los
soldados se repartieron sus ropas, echando suertes.
Éste es el rey de los judíos
El
pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas, diciendo: "A
otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios,
el elegido". También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a
Él, le ofrecían vinagre y le decían: "Si tú eres el rey de los judíos,
sálvate a ti mismo". Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en
griego, latín y hebreo, que decía: "Éste es el rey de los judíos".
Hoy estarás conmigo en el paraíso
Uno
de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: "Si tú
eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro le
reclamaba indignado: "¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo
suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero
éste ningún mal ha hecho". Y le decía a Jesús: "Señor, cuando llegues a
tu Reino, acuérdate de mí". Jesús le respondió: "Yo te aseguro que hoy
estarás conmigo en el paraíso".
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Era
casi el mediodía, cuando las tinieblas invadieron toda la región y se
oscureció el sol hasta las tres de la tarde. El velo del templo se rasgó
a la mitad. Jesús, clamando con voz potente, dijo: "¡Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu!".
Y dicho esto, expiró.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
El
oficial romano, al ver lo que pasaba, dio gloria a Dios, diciendo:
"Verdaderamente este hombre era justo". Toda la muchedumbre que había
acudido a este espectáculo, mirando lo que ocurría, se volvió a su casa
dándose golpes de pecho. Los conocidos de Jesús se mantenían a
distancia, lo mismo que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea,
y permanecían mirando todo aquello.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Después de la lectura de la Pasión, puede tenerse, si se cree oportuno, una breve homilía.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos ahora con fe, y pidamos que la vida nueva que nace de la cruz de Cristo llegue al mundo entero.
Después de cada petición diremos (cantando): Señor, ten
piedad (o bien: Kyrie, eléison).
– Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que aprendamos a vivir con espíritu de amor y de entrega, como Jesús. Oremos.
– Por los que no conocen a Jesús. Que puedan llegar a sentir el gozo y la vida que él nos da. Oremos.
–
Por todos los que sufren. Que, identificados con la cruz de Cristo,
puedan también gozar de la alegría de la resurrección. Oremos.
–
Por los que están de vacaciones estos días santos. Que en su descanso
se unan a la celebración de toda la Iglesia y alaben al Señor. Oremos.
–
Por todos nosotros, reunidos en este Domingo de Ramos. Que la Semana
Santa que iniciamos nos haga crecer en la fe, la esperanza y el amor.
Oremos.
Escucha, Señor, la oración confiada que te dirigimos. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que
la pasión de tu Hijo, actualizada en este santo sacrificio que vamos a
ofrecerte, nos alcance, Señor, de tu misericordia, el perdón que no
podemos merecer por nuestras obras. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y
eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El
cual siendo inocente, se dignó padecer por los pecadores y fue
injustamente condenado por salvar a los culpables; con su muerte borró
nuestros delitos y, resucitando, conquistó nuestra justificación.
Por eso, te alabamos con todos los ángeles y te aclamamos con voces de júbilo, diciendo: Santo, Santo, Santo…
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 26, 42)
Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú
que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de
tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete,
concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de
nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.