LECTURAS DEL DOMINGO V DEL T. ORDINARIO 7 DE FEBRERO (VERDE)
"Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar".
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 94, 6-7
Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro, porque él es nuestro Dios.
ORACIÓN COLECTA
Te
rogamos, Señor, que guardes con incesante amor a tu familia santa, que
tiene puesto su apoyo sólo en tu gracia, para que halle siempre en tu
protección su fortaleza. Por nuestro Señor Jesucristo…
LITURGIA DE LA PALABRA
Aquí estoy, Señor, envíame.
Del libro del profeta Isaías: 6, 1-2. 3-8
El
año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor, sentado sobre un trono muy
alto y magnífico. La orla de su manto llenaba el templo. Había dos
serafines junto a él, con seis alas cada uno, que se gritaban el uno al
otro:
"Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos; su gloria llena toda la tierra".
Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenaba de humo. Entonces exclamé:
"¡Ay
de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros, que
habito en medio de un pueblo de labios impuros, porque he visto con mis
ojos al Rey y Señor de los ejércitos".
Después
voló hacia mí uno de los serafines. Llevaba en la mano una brasa, que
había tomado del altar con unas tenazas. Con la brasa me tocó la boca,
diciéndome:
"Mira: Esto ha tocado tus labios. Tu iniquidad ha sido quitada y tus pecados están perdonados".
Escuché
entonces la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré? ¿Quién irá de
parte mía?" Yo le respondí: "Aquí estoy, Señor, envíame".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 137
R/. Cuando te invocamos, Señor, nos escuchaste.
De
todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros
ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles. Te adoraremos en tu
templo. R/.
Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos nos oíste y nos llenaste de valor. R/.
Que
todos los reyes de la tierra te reconozcan al escuchar tus prodigios.
Que alaben tus caminos, porque tu gloria es inmensa. R/.
Tu
mano, Señor, nos pondrá a salvo, y así concluirás en nosotros tu obra.
Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones. R/.
Esto es lo que hemos predicado y o que ustedes han creído.
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 15, 1-11
Hermanos:
Les
transmití, ante todo, lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por
nuestros pecados, como dicen las Escrituras; que fue sepultado y que
resucitó al tercer día, según estaba escrito; que se le apareció a Pedro
y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos
reunidos, la mayoría de los cuales vive aún y otros ya murieron. Más
tarde se le apareció a Santiago y luego a todos los apóstoles.
Finalmente,
se me apareció también a mí, que soy como un aborto. [Porque yo
perseguí a la Iglesia de Dios y por eso soy el último de los apóstoles e
indigno de llamarme apóstol. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo
que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he
trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de
Dios, que está conmigo.] De cualquier manera, sea yo, sean ellos, esto
es lo que nosotros predicamos y esto mismo lo que ustedes han creído.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN Mt 4, 19
R/. Aleluya, aleluya.
Síganme, dice el Señor, y yo los haré pescadores de hombres. R/.
Dejándolo todo, lo siguieron.
Del santo Evangelio según san Lucas: 5, 1-11
En
aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente
se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos
barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado
y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de
Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca,
enseñaba a la multitud.
Cuando
acabó de hablar, dijo a Simón: "Lleva la barca mar adentro y echen sus
redes para pescar". Simón replicó: "Maestro, hemos trabajado toda la
noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las
redes". Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes
se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la
otra barca, para que vinieran a ayudarlos.
Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al
ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo:
"¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!" Porque tanto él como
sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían
conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo,
que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: "No temas;
desde ahora serás pescador de hombres". Luego llevaron las barcas a
tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Credo.
PLEGARIA UNIVERSAL
Presentémosle al Padre nuestras plegarias.
Después de cada petición diremos: Padre misericordioso, escúchanos.
Por toda la Iglesia, especialmente la de los países donde es perseguida. Oremos.
Por
los gobernantes y los dirigentes económicos, que tienen en sus manos
hacer que las riquezas de nuestro mundo lleguen a todos y nadie tenga
que sufrir por no tener lo necesario para vivir. Oremos.
Por los legisladores de México, que, electos para servir al pueblo, busquen el bien de la mayoría. Oremos.
Por las organizaciones y las personas que dedican su tiempo y sus esfuerzos a luchar contra la pobreza y el hambre. Oremos.
Por nosotros, por nuestra comunidad. Oremos.
Escucha, Padre misericordioso, nuestras plegarias, y llénanos de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor
Dios nuestro, que has creado los frutos de la tierra sobre todo para
ayuda de nuestra fragilidad, concédenos que también se conviertan para
nosotros en sacramento de eternidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio para los domingos del Tiempo ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 5, 5-6
Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
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Comentario al Evangelio de hoy
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
El relato de la llamada de los primeros apóstoles es distinto en los diferente evangelios, en el de Lucas es más elaborado. Jesús sube a la barca de Pedro, desde allí enseña a la gente, y le invita a pescar de nuevo. Le pide contra toda lógica, que eche a plena luz del día las redes. Pedro le dice lo evidente, hemos estado toda la noche, el momento propicio para pescar, y no hemos conseguido nada: “Pero, por tu palabra, echaré las redes”. El resultado fue una pesca tan abundante, que por poco se hunden las barcas.
Ante este hecho su fe se acrecienta y un temor misterioso los invade: no son dignos de estar con Jesús. Sin embargo la respuesta de Jesús es la contraria, los invita a permanecer siempre con él, para continuar siendo pescadores para al servicio de Reino. No sirve quedarse en lo habitual, “A orillas del lago de Genesaret”, hay que abrir nuevos caminos, el corazón del hombre está hecho para la novedad y la confianza. La respuesta de Pedro: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”, nos dice que en la vocación, Dios se sirve de personas que dudan, que se saben débiles, pero que se dejan tocar por el misterio de Jesús.
El encuentro con la persona de Jesús y la obediencia a su Palabra: “Rema mar adentro”, nos interpela a revisar nuestra vida, es inútil acomplejarse ante semejante tarea; si Dios se hizo hombre para salvar a los hombres, nos basta ser hombres para poder seguir los pasos de Jesús. Comprobando, que si somos perseverantes en la tarea de humanizar nuestra vida, nuestras relaciones, estructuras, comunidades, parroquias, la pesca será abundante y tendremos que llamar a otros que estén por la tarea: “Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano”. Resulta extraño que algunos piensen que esto es rebajar el mensaje, es el mensaje.
Como Isaías en la primera lectura, podemos decir: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros” o San Pablo en la segunda: “Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol”. El mayor enemigo de nuestra fe, no son las dudas, ni la increencia que decimos que hay en nuestro mundo, es el no hacer confesión pública de nuestra fe. Se es cristiano no sólo para recibir la buena nueva, sino también para trasmitirla: “Aquí estoy, mándame”. Debemos perder el miedo: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”, al fin y al cabo, el que dirige la pesca es Jesucristo y actuamos en su nombre.
Por cierto, lo de ser “pescadores de hombres”, no es preciso entenderlo, como que los cristianos somos pescadores y los no cristianos son los peces, de la misma manera que los Obispos y sacerdotes no son los pastores y los fieles ovejas. Jesús desde su pedagogía, puso estos ejemplos con los moldes de la cultura popular de su época, parte de la realidad humana de los apóstoles, que lo que sabían hacer era pescar. Si la misión de Jesús era anunciar la buena noticia del Reino, pescar a los hombres, no puede significar otra cosa que trasmitirles esta buena noticia, decirles, que Dios los quiere, sobre todo a los últimos de los últimos, que es donde nadie espera encontrar frutos.
El evangelio nos invita a escuchar y obedecer atentamente a Jesús en su Palabra, en la vida de las personas y en los acontecimientos. En la vida cotidiana: “estaban lavando las redes”, es donde hay que ir haciendo posible que el proyecto de Jesús sea conocido y disfrutado por todos los hombres y mujeres de nuestros ambientes. Quizás antes, deberemos purificar nuestros labios como paso con Isaías, para que a la hora de anunciar el Evangelio no estén contaminados de prejuicios, ni de otras formas inconfesables de manejar a los demás.
Volvamos a nuestras redes, lo de dejarlo todo y seguirle, puede ser al modo de la Vida Consagrada que en esta semana ha terminado su Año, pero en la mayoría de vosotros debe cumplirse en la familia, el trabajo, ocio, asociaciones, acción sindical o política… en cada uno de estos espacios tenemos la oportunidad de anunciar el Reino. El trabajo constante casi siempre produce frutos abundantes.
El relato de la llamada de los primeros apóstoles es distinto en los diferente evangelios, en el de Lucas es más elaborado. Jesús sube a la barca de Pedro, desde allí enseña a la gente, y le invita a pescar de nuevo. Le pide contra toda lógica, que eche a plena luz del día las redes. Pedro le dice lo evidente, hemos estado toda la noche, el momento propicio para pescar, y no hemos conseguido nada: “Pero, por tu palabra, echaré las redes”. El resultado fue una pesca tan abundante, que por poco se hunden las barcas.
Ante este hecho su fe se acrecienta y un temor misterioso los invade: no son dignos de estar con Jesús. Sin embargo la respuesta de Jesús es la contraria, los invita a permanecer siempre con él, para continuar siendo pescadores para al servicio de Reino. No sirve quedarse en lo habitual, “A orillas del lago de Genesaret”, hay que abrir nuevos caminos, el corazón del hombre está hecho para la novedad y la confianza. La respuesta de Pedro: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”, nos dice que en la vocación, Dios se sirve de personas que dudan, que se saben débiles, pero que se dejan tocar por el misterio de Jesús.
El encuentro con la persona de Jesús y la obediencia a su Palabra: “Rema mar adentro”, nos interpela a revisar nuestra vida, es inútil acomplejarse ante semejante tarea; si Dios se hizo hombre para salvar a los hombres, nos basta ser hombres para poder seguir los pasos de Jesús. Comprobando, que si somos perseverantes en la tarea de humanizar nuestra vida, nuestras relaciones, estructuras, comunidades, parroquias, la pesca será abundante y tendremos que llamar a otros que estén por la tarea: “Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano”. Resulta extraño que algunos piensen que esto es rebajar el mensaje, es el mensaje.
Como Isaías en la primera lectura, podemos decir: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros” o San Pablo en la segunda: “Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol”. El mayor enemigo de nuestra fe, no son las dudas, ni la increencia que decimos que hay en nuestro mundo, es el no hacer confesión pública de nuestra fe. Se es cristiano no sólo para recibir la buena nueva, sino también para trasmitirla: “Aquí estoy, mándame”. Debemos perder el miedo: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”, al fin y al cabo, el que dirige la pesca es Jesucristo y actuamos en su nombre.
Por cierto, lo de ser “pescadores de hombres”, no es preciso entenderlo, como que los cristianos somos pescadores y los no cristianos son los peces, de la misma manera que los Obispos y sacerdotes no son los pastores y los fieles ovejas. Jesús desde su pedagogía, puso estos ejemplos con los moldes de la cultura popular de su época, parte de la realidad humana de los apóstoles, que lo que sabían hacer era pescar. Si la misión de Jesús era anunciar la buena noticia del Reino, pescar a los hombres, no puede significar otra cosa que trasmitirles esta buena noticia, decirles, que Dios los quiere, sobre todo a los últimos de los últimos, que es donde nadie espera encontrar frutos.
El evangelio nos invita a escuchar y obedecer atentamente a Jesús en su Palabra, en la vida de las personas y en los acontecimientos. En la vida cotidiana: “estaban lavando las redes”, es donde hay que ir haciendo posible que el proyecto de Jesús sea conocido y disfrutado por todos los hombres y mujeres de nuestros ambientes. Quizás antes, deberemos purificar nuestros labios como paso con Isaías, para que a la hora de anunciar el Evangelio no estén contaminados de prejuicios, ni de otras formas inconfesables de manejar a los demás.
Volvamos a nuestras redes, lo de dejarlo todo y seguirle, puede ser al modo de la Vida Consagrada que en esta semana ha terminado su Año, pero en la mayoría de vosotros debe cumplirse en la familia, el trabajo, ocio, asociaciones, acción sindical o política… en cada uno de estos espacios tenemos la oportunidad de anunciar el Reino. El trabajo constante casi siempre produce frutos abundantes.