Evangelio y Comentario de hoy Miercoles 23 de Septiembre 2015

Primera lectura

Lectura del libro de Esdras (9,5-9):

Yo, Esdras, al llegar la hora de la oblación de la tarde, acabé mi penitencia y, con el vestido y el manto rasgados, me arrodillé y alcé las manos al Señor, mi Dios, diciendo: «Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza, y nuestra culpa llega al cielo. Desde los tiempos de nuestros padres hasta hoy hemos sido reos de grandes culpas y, por nuestros delitos, nosotros con nuestros reyes sacerdotes hemos sido entregados a reyes extranjeros, a la espada, al destierro, al saqueo y a la ignominia, que es la situación actual. Pero ahora el Señor, nuestro Dios, nos ha concedido un momento de gracia, dejándonos un resto y una estaca en su lugar santo, dando luz a nuestros ojos y concediéndonos respiro en nuestra esclavitud. Porque éramos esclavos, pero nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud; nos granjeó el favor de los reyes de Persia, nos dio respiro para levantar el templo de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y nos dio una tapia en Judá y Jerusalén.»

Palabra de Dios

Salmo

Tb 13,2.3-4.6

R/.
Bendito sea Dios, que vive eternamente

Él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano. R/.

Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro padre por todos los siglos. R/.

Veréis lo que hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos. R/.

Yo le doy gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza
y su poder a un pueblo pecador. R/.

Convertíos, pecadores,
obrad rectamente en su presencia:
quizás os mostrará benevolencia
y tendrá compasión. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,1-6):

En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes.

Palabra del Señor

Comentario 

“Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza, y nuestra culpa llega al cielo”.
No sé si alguna vez habéis tenido esta experiencia que narra Esdras. Yo sí. Es una experiencia que puede cambiarte la vida: o te hundes y no sales adelante atrapado por la culpa o tu vida renace desde el agradecimiento y la humildad más profunda.

A veces, para cambiar, para crecer… el primer paso es sentir vergüenza y culpa. Y con ello, tener la dicha de sentir que, aun así, alguien te quiere tal como eres incondicionalmente. No hablo sólo de  Dios. Hablo de alguien cercano. Porque nuestro Dios, el Dios cristiano, el encarnado, cuenta con nosotros para actuar. No es un Dios de piloto automático ni de actuaciones mágicas. Él se hace carne, Él respeta nuestros ritmos, nuestras mediaciones… Él nos da “poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades”, dice el Evangelio de hoy.¡Qué misión tan delicada se nos confía! ¡Cuánto consuelo y paz y cambio podemos acompañar con las personas que se cruzan en nuestra vida! Pero también, cuánto daño podemos hacer y hasta qué punto podemos hundir a las personas cuando el reconocimiento de una culpa o de un mal vergonzoso se convierte en el centro de nuestra mirada y de nuestro juicio. Dios no es así. San Pietro de Pietrelcina, cuya  memoria recuerda hoy la Iglesia, tiene una imagen muy significativa, casi desagradable: “No amar es como herir a Dios en la pupila de Su ojo. ¿Hay algo más delicado que la pupila?”
Seamos conscientes del “poder” que nos da el seguimiento. Seamos conscientes de la misión que se no encomienda: amar y curar y jamás, anteponer la culpa a nuestro amor. Porque antes o después, también tú necesitarás que otros lo hagan contigo. No lo dudes.
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz, misionera claretiana

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Miércoles de la semana 25 del tiempo ordinario
“Jesús reunió a los Dice y es dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar enfermos, diciéndoles: “No llevéis nada para el camino…” (Lc 9,1-6)

Asistimos a un momento importante en el Evangelio.
Es el momento que llamaríamos el “traspaso”.
Jesús entrega a sus Doce la responsabilidad, el poder y la autoridad de proclamar el Evangelio.
¿Será algo parecido a esos universitarios que terminan la carrera y tienen que “hacer sus prácticas” antes de graduarse?
Por primera vez:

Jesús confía a los hombres el anuncio del Evangelio.
Jesús confía a los hombres la proclamación del Reino.
Jesús confía a los hombres su propia misión.
Una especie de traspaso de competencias.
Una especie de traspaso de la misión que le ha sido encomendada.
Una especie de traspaso de la misión por la que se ha encarnado.
La primera palabra siempre la tiene Dios.
Pero luego, Dios confía su obra a los hombres.
Es algo parecido a lo del Éxodo: “Vio Dios el sufrimiento de su Pueblo”, “Escuchó Dios el dolor de su pueblo”.

Y no es El quien vaya a sacarlo de esa esclavitud.
Le confía a Moisés: “Vete y saca a mi Pueblo”.
Ahora es Jesús el que anuncia el Reino.
Pero comienza a confiarlo a los hombres.
“Luego los envió a proclamar el Reino de Dios”
Dios ve  la realidad del mundo y de los hombres.
Pero luego los “envía a que sean ellos los que lo proclamen”.
Nosotros tenemos la manía de pedir que Dios lo haga todo.
Tenemos esa mentalidad de que Dios lo tiene que hacer todo.
Cuando en realidad, Dios lo quiere hacer todo.
Pero contando con nosotros los hombres.
Es la confianza que Dios tiene en nosotros.
No nos dejará solos, pero dejará que seamos nosotros quienes lo hagamos.
No ignora nuestras debilidades.
Pero no será obstáculo a que confíe en nosotros y se fíe de nosotros.
Dios lo comienza todo, pero luego quiere que seamos nosotros quienes continuemos su obra.

Confiar en alguien es valorarlo.
Confiar en alguien es tener fe en él.
Lo podía hacer El, pero quiere contar con nosotros.
Nos da su propio poder y su autoridad.
Pero no se trata de anunciar el Reino simplemente con palabras.
Dios les da autoridad sobre toda clase de demonios.
Dios les da autoridad para curar toda enfermedad.
El Evangelio se anuncia como palabra.
Pero el Evangelio es preciso anunciarlo con los signos del Reino.
Y estos signos son signos de liberación del hombre.
Dios quiere que anunciemos, pero quiere que lo hagamos mostrando los signos del Evangelio.

Dios quiere que anunciemos, pero manifestando el poder liberador del Evangelio.
Y los grandes signos liberadores del Reino y del Evangelio son liberarles de los malos espíritus que llevan dentro y también la liberación del sufrimiento humano.
Lo que más necesita el hombre es verse liberado del dolor y del sufrimiento.
Y este es uno de los poderes que Dios confía a los Doce.
Y este es uno de los poderes que Dios confía a la Iglesia.
No se trata de anunciar solamente la “salvación en el más allá”.
La Iglesia si quiere ser creíble y hacer creíble el Evangelio tiene que “salvar también aquí en la tierra”.

Lo cual significa que para la Iglesia:
Las esclavitudes humanas no pueden serle indiferentes.
Por eso el anuncio del Evangelio tendrá que ir siempre acompañado de signos de liberación.
Ellos son los que hacen creíble la fuerza del Evangelio.
El Evangelio hecho palabra es necesario.
Pero no suficiente, es necesario hacer que sea palabra liberadora.

/juanjauregui.es