Evangelio y Comentario de hoy viernes 10 de Abril 2015

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,1-14):

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.»
Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron: «No.»
Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces.
Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: «Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor


Sabían bien que era el Señor…
Queridos amigos y amigas
La nueva forma de presencia del Mesías requiere una pedagogía. El resucitado es el mismo Jesús pero no es lo mismo. Jesús se presenta en la orilla del lago, pero nos discípulos no saben que es Jesús. Están en medio de la faena cotidiana de la pesca. La nueva forma de presencia no es invasora: invita a echar de nuevo las redes, prepara  la comida de pan y pescado, les invita a almorzar. Jesús reparte el pan y el pescado. Su presencia  se hace certeza en los discípulos, la sienten, la notan; el discípulo amado confiesa “es el Señor”. No cabe duda el Resucitado está con ellos.
Como comunidad nacida de la Pascua seguimos anunciado y proclamando la gran noticia: este es el día en que actúo el Señor; nos llena de gozo y de alegría. Su  amor es eterno, su misericordia es eterna. Resucitó a  Jesús de entre los muertos; su acción es la antítesis de las acciones de los jefes del pueblo. Ellos son los arquitectos que desecharon a la piedra angular. Dios lo ha constituido en ángulo y fundamento del edificio entero. Ha sido un milagro patente. Sólo el Dios resucitador puede hacerlo. Y la Iglesia se siente con el encargo de anunciar esto. Y con la valentía para hacerlo incluso frente a los adversarios. Se siente legitimada y capacitada para continuar la misión de Jesús: sigue curando a los enfermos que lo hacía Jesús en su historia. Y en su nombre.
¿Tenemos experiencia de la resurrección?
¿Necesitamos que alguien o algo no se nos muera para siempre?
Bonifacio Fernandez, cmf

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La vida tiene sus éxitos y sus fracasos



Viernes de la Primera Semana de Pascua
“Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: “Muchachos, ¿tenéis pescado? Ellos contestaron: “No”. El les dice: “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. “Es el Señor”. Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua…” (Jn 21, 1-14)
No todos los días están iluminados por los éxitos.
Las noches tampoco.
Hay días que anochecen y hay noches que amanecen con demasiados fracasos. No todas las mañanas nuestros pescadores arriban al puerto cargadas sus barcas de peces.
La vida tiene sus éxitos y sus triunfos.
Pero también sus derrotas y fracasos.
Es preciso saber triunfar sin que el humo llene la cocina de nuestro corazón.
Y es preciso saber sufrir la desilusión del fracaso, sin por eso sentirnos derrotados.
Los triunfos ilusionan.
Los fracasos ponen a prueba nuestra resistencia y nuestra constancia.

Los discípulos, aquella noche no habían pescado nada, a lo más el cansancio y el frío del Lago.
Pero no han perdido la esperanza.
Un desconocido les manda echar la red a la derecha, como si ellos no supiesen donde había que echar las redes.
Y sin embargo, tuvieron el humor de seguir sus consejos.
¡Y curioso! “Echaron las redes y no tenían fuerzas para sacarlas por la cantidad de peces”.
Saber escuchar a los demás siempre puede ser útil.
Lo peor puede ser la autosuficiencia que se lo cree saber todo.
Hasta el consejo de un desconocido puede ser principio del éxito.

Aunque la luz del amanecer todavía es demasiado vaga y tenue, alguien siempre ve más que los demás. Juan reconoce en aquel curioso desconocido a Jesús. “Es el Señor”.
Aunque tú no veas, cree al que ve más que tú.
Aunque tú no oigas, escucha al que oye.
Aunque tú no sepas, cree al que sabe.
Aunque tú no llegues, fíate del que ha llegado primero.

Y la gran sorpresa.
No es hora de apariciones, pero Jesús ya ha encendido el fuego en la orilla.
Y como siempre, a Jesús le encantan los encuentros pascuales en torno al fuego y a la mesa, aunque aquí sirva de mesa la hierba de la orilla.

Jesús se manifiesta en las cosas simples y sencillas de la vida.
Cuando están encerrados y con miedo.
Cuando están de camino regreso a casa.
Cuando están de pesca en el mar.
Es que el acontecimiento de la Resurrección no es algo reducido a momentos particulares de la vida. La Resurrección y el Resucitado son realidades llamadas a iluminar nuestra vida entera.
Aquellos momentos agradables de la vida.
Aquellos momentos de desilusión.
Aquellos momentos en los que todo parece carecer de sentido.
Aquellos momentos en los que parece que nada se ve claro.

Es la vida entera la que tiene que estar iluminada por el acontecimiento pascual.
Vivir para el cristiano, es vivir su vida entera, con sus luces y sombras, a la luz del Resucitado que, aunque no lo veamos siempre claro, sigue presente en medio de nosotros.
No hay oscuridad que no pueda ser iluminada aunque sea con un fósforo.
No hay situaciones, por difíciles que sean, que no puedan ser revertidas por la presencia del que está en medio de nosotros.

Pensamiento: ¿Has fracasado hoy? No te preocupes, mañana puedes triunfar.
juanjauregui.es