Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (13,16-20):
Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: "El que compartía mi pan me ha traicionado." Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe recibe al que me ha enviado.»
Palabra del Señor
Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro, el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: "El que compartía mi pan me ha traicionado." Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Os lo aseguro: El que recibe a mi enviado me recibe a mí; y el que a mí me recibe recibe al que me ha enviado.»
Palabra del Señor
Queridos amigos:
“Dichosos vosotros si entendéis estas cosas y las ponéis en práctica”, esta bienaventuranza de Jesús a los discípulos está situada en el contexto inmediato del gesto de servicio de Jesús consistente en lavar los pies de los discípulos. Y es que Jesucristo es en sí mismo la “Palabra abreviada”. En él se concentra y se realiza el conjunto de la Escritura; en él resuenan todas las palabras inspiradas de la Biblia. Y todos los gestos del servicio y la misión de Israel en la historia de salvación.
En este tiempo pascual, el Señor resucitado anima, reconoce, confirma a su Iglesia por el dinamismo de la Palabra. Quiere transformar a los seguidores en testigos de la fuerza de la resurrección. Los inicia en la nueva forma de presencia y de acción del de Jesús, convertido en Cristo. Los discípulos continúan la misión de Jesús: son enviados. Pero no basta. Tienen que continuar la práctica de Jesús. “el enviado no es más que el que le envía”. La misión es servicio; el estilo de los misioneros se autentifica en el servicio recíproco.
El ejemplo de Jesús instruye y fortaleza a los discípulos. Los prepara para afrontar las dificultades. Tendrán que vivir la traición, como Jesús mismo sufrió la deslealtad de su discípulo Judas. Jesús prepara a los discípulos para el futuro y los previene. Les confiere la certidumbre de la identificación con él: el que los recibe a ellos, en realidad, lo recibe a él, el que lo recibe a él, recibe, en realidad, al Padre.
La bienaventuranza de Jesús sobre la praxis de sus gestos nos confronta con nuestra actitud. Nos escudriña sobre nuestros sentimientos de dicha en el seguimiento de la praxis servicial de Jesús. ¿Entiendo yo la praxis del servicio? ¿La continúo en mi vida como actitud permanente? ¿Cuáles son mis luchas por el poder clerical, laical, conyugal o familiar?
Bonifacio Fernández,cmf
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El hermano camino hacia Dios
Jueves de la cuarta semana de Pascua
“El que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, recibe al que me ha enviado”. (Jn 13,16-20)
El que recibe a Jesús, recibe a Dios.
El que recibe a un niño recibe a Jesús.
El que recibe a un hermano recibe a Jesús.
Y por tanto, quien recibe a Jesús en el hermano, recibe a Dios.
El camino de ida es el mismo camino de vuelta.
Dios-Jesús-el hombre. Hombre-Jesús-Dios.
Jesús es el camino de Dios al hombre.
Y Jesús y hombre es el camino del hombre a Dios.
Dios llega a nosotros a través de Jesús.
Y nosotros llegamos a Jesús a través del hombre.
Y a través del hombre y de Jesús llegamos a Dios.
Y el puente que lo une todo está en recibir:
En recibir a Jesús. Jesús es el puente entre Dios y el hombre.
En recibir al hermano. Y el hombre es el puente entre Jesús y Dios.
Cuando recibimos al hermano, estamos recibiendo a Jesús.
Y Jesús nos conecta con el Padre.
Cuando recibimos al hermano Dios está llegando a nosotros.
Y nosotros estamos llegando a Dios.
Cuando abrimos las puertas del corazón al hermano, le estamos abriendo las puertas a Jesús. Y Jesús nos abre las puertas de Dios.
Cuando cerramos las puertas del corazón al hermano, se las estamos cerrando a Jesús. Y por tanto se las cerramos también al Padre.
Cuando le sonreímos al hermano, le estamos sonriendo a Jesús.
Y Jesús se hace sonrisa de Dios.
Cuando le abrimos la mano al hermano, le estamos abriendo nuestra mano a Jesús.
Y Jesús se convierte en la mano de Dios.
Cuando escuchamos a Jesús, estamos escuchando a Dios.
Y cuando escuchamos al hermano, estamos escuchando a Jesús que es la voz de Dios.
Recuerdo haber leído aquella historieta que lo explica todo. El Maestro le dijo al novicio que se diese prisa para subir a la montaña, porque al otro lado podría ver y encontrarse con Dios.
El novicio se puso en camino y cuando llegó a la mitad de la cuesta se encontró con un pobre hombre tirado, porque había sufrido un accidente y gritaba auxilio. El novicio, muy amable le respondió: espérame a que suba primero a la cima porque quiero ver y encontrarme con Dios y luego de regreso te atenderé. Subió hasta la cima y no vio nada. Desilusionado regresó montaña abajo. Quiso atender al herido pero ya no estaba. Ya en casa contó a su maestro su desilusión y fracaso. Y el Maestro le dijo: “Perdiste la ocasión. Dios era el herido del camino y tú no le hiciste caso, por eso luego tampoco lo encontraste”.
Es maravilloso el saber y descubrir el verdadero sentido de los demás.
Parecen unos cualesquiera. Y son el “sacramento del encuentro con Dios”.
San Vicente de Paúl escribía a sus religiosas:
“El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y hay que prestarlo sin demora. Por eso, si en el momento de la oración hay que llevar a algún pobre un medicamento o auxilio cualquiera, id a él con el ánimo bien tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo a Dios como una prolongación de la oración. Y no tengáis ningún escrúpulo ni remordimiento de conciencia si, por prestar algún servicio a los pobres, habéis dejado la oración; salir de la presencia de Dios por alguna de las cosas enumeradas no es ningún desprecio a Dios, ya que es por él por quien lo hacemos”.
“Así, pues, si dejáis la oración para acudir con presteza en ayuda de algún pobre, recordad que aquel servicio lo prestáis al mismo Dios”.
juanjauregui.es