Evangelio y Comentario de hoy Lunes 16 de Febrero 2015


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,11-13):

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.
Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.»
Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor

El mal, su presencia casi constante entre nosotros, en nuestra historia, ha sido un misterio desde siempre. No me refiero sólo al mal como enfermedad o muerte. Además está el mal de las rencillas, odios, venganzas. Ese mal que se mueve entre las familias y los hermanos, entre los vecinos y los compañeros de trabajo, entre los pueblos y las naciones. Es lo que el redactor del Génesis quiso expresar con la historia de Caín y Abel. No son nuevas las guerras ni las guerrillas. Ya entonces, Caín mató a Abel. Y la culpa le persiguió para toda su vida. Y parece que desde entonces la sangre sigue llamando a la sangre. 
      ¿Por qué? No tenemos respuesta. Los hechos están ahí y cualquiera que haya leído un poco de historia se habrá quedado horrorizado de lo que hemos sido capaces de hacernos unos a otros. En el pasado lejano, en el cercano, en el presente.
      Entonces, ¿hay esperanza? Sí, sin duda. Hay un hecho en esa primera lectura que debemos tener presente: Dios no quiere la muerte del criminal. Caín es protegido por una señal divina para que nadie lo mate. Es que nuestro Dios, el que nos ha creado, el que se nos ha manifestado en Jesús como Padre de todos los vivientes, es Dios de Vida y no de muerte. No quiere nuestra destrucción sino que lleguemos a nuestra plenitud. Por eso los creyentes afirmamos la esperanza. 
      Termino con un testimonio de esperanza. Con las palabras que hace unos cuantos años, en los 90, pronuncio una mujer en el funeral por su marido. Era policía y había sido asesinado por la mafia en el mismo atentado que había costado la vida al juez Falcones. En medio del dolor terrible que sentía, causado no sólo por la muerte de su marido sino por el mucho dolor y sufrimiento causado por la mafia en su guerra contra el Estado, sus palabras fueron de perdón y esperanza. Hasta dar esperanza a los mismos mafiosos que habían cometido el atentado. Les ofrecía su perdón y les invitaba a cambiar. Si tienen oportunidad de escuchar ese testimonio, háganlo. Impresiona sentir el dolor y al mismo tiempo la presencia profunda de la fe que llama a la esperanza y a la vida. 
      Para nosotros: no se trata de negar el dolor y el sufrimiento. Es imposible. Pero hay que seguir afirmando la esperanza porque creemos en Jesús. Ese es nuestro signo. ¿Qué otro signo nos hace falta que Jesús muerto por amor nuestro?

https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica 

Vivimos rodeados de milagros

Lunes de la sexta semana del tiempo ordinario
“Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: “¿Por qué esta generación reclama un signo?” (Mc 8,11-13)
¡Qué complicados somos los hombres!
Dios no acierta con nosotros.
Jesús no se cansa de sanar y curar enfermos, como expresión de la presencia y fuerza del Reino.
Acaba de multiplicar los panes y dar de comer a toda una multitud.
Y ellos insisten en reclamar señales del cielo.

Dios solo ha querido hacer un signo en el cielo: amarnos tanto que nos envió a su propio Hijo.
Todos los demás signos o señales, Dios los hace en la tierra.
Y todos ellos son signos de amor a los hombres.
Pero pareciera que esos signos no sirven.
No nos interesan las señales que Dios hace.
Queremos las señales que a nosotros nos interesan.
Jesús mismo se siente como dolido, desilusionado, y por eso, “dio un profundo suspiro”.

En el fondo, ¿no es también esta nuestra realidad?
Si miramos atentos a nuestras vidas, veremos que estamos rodeados, cada día de esas señales de Dios:
¿Acaso no es un milagro y signo de Dios la vida de cada día?
Si estamos enfermos y nos cura, entonces lo llamamos milagro.
Pero el don de la vida no es milagro.
¿Acaso no es milagro de Dios el que cada mañana podamos ver el color de las flores?
Si estuviésemos ciegos y nos devolviese la vista, diríamos que es un milagro.
Pero la visión diaria no es milagro.
¿Acaso no es milagro de Dios el que, cada día, bombee miles de veces la sangre irrigando todo nuestro cuerpo?
Pero si un día se nos paraliza y vuelve a su rutina diaria, eso sí es milagro.
¿Acaso no es un milagro de Dios:
¿Cada hijo que nace?
¿Cada sonrisa que nos regala nuestro hijo?
¿Cada amor que brota de nuestro corazón?
¿Cada año que cumplimos de vida?
¿Cada anciano que llega a la cumbre de la vida?
¿Cada pareja que se ama?
¿Cada pareja que puede luchar cada día por el pan de los hijos?

Y si queremos ir más lejos ¿no somos cada uno los testigos de los milagros de Dios?
¿No es un milagro el sentirnos amados por él?
¿No es un milagro el que nosotros seamos capaces de amarle?
¿No es un milagro el perdón que nos regala?
¿No es un milagro el que cada día él se haga presente en medio de nosotros en la Eucaristía?
¿No es un milagro el que cada día convierta los granos de nuestro trigo en su Cuerpo y el vino de nuestros viñedos en su Sangre?
¿No es un milagro el que cada día podamos recibirle en nuestro corazón?

¿Y no es un milagro el que haya hombres y mujeres capaces de entregar sus vidas en el servicio de los demás?
¿Y no es un milagro tanto amor como hay todavía en el mundo?

Para el que tiene ojos de fe:
Nosotros mismos somos un milagro de Dios.
Vivimos rodeados de milagros.
Y sin embargo, también nosotros seguimos pidiéndolo a Dios milagros, señales.
Quienes somos incapaces de ver la infinidad de milagros que se dan cada día, nos pasamos la vida pidiendo milagros.
Que Jesús no nos diga a nosotros lo que a aquellos fariseos, casi con rabia e indignación: “Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación”.
A lo que me gustaría añadir: “hasta que sea capaz de ver los signos que les regalo cada día”.

juanjauregui.es