Evangelio y Comentario de hoy Jueves 12 de Febrero 2015

     

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,24-30):

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo: «Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella replicó: «Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.»
Él le contestó: «Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.»
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

Palabra del Señor

 Y vamos otra vez a la primera lectura porque nos puede llevar a un asunto muy práctico y, desgraciadamente, muy de actualidad en muchos lugares. Recuerda la primera lectura la creación de la mujer. Es un relato donde lo importante no son los detalles sino el núcleo del relato. Lo dice el hombre cuando, al ver a la mujer, exclama: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!”
      Hombre y mujer, mujer y hombre. Tan diferentes y tan iguales. Los dos salidos de la voluntad de Dios. Los dos parte, por voluntad de Dios, de su familia. La mujer no aparece en ningún momento como esclava ni como servidora. No es una criatura de segunda clase de la que el hombre se pueda servir para satisfacer sus instintos. No es una máquina reproductora. No es la encargada de lavar la ropa al marido. Ni la de preparar la comida. Tiene la misma inteligencia, o más, que el hombre.
      Los dos, hombre y mujer, llamados juntos a trabajar por el reino. Los dos, hombre y mujer, llamados a compartir la mesa del banquete de Dios padre. Por eso, hay que reclamar aquí y en todas partes el respeto para la mujer. No hay nada en la biblia que justifique una posición de superioridad del hombre sobre la mujer. ¿Es que no recordamos que ellas fueron las que primero experimentaron la presencia de Jesús resucitado y que fueron ellas las que dieron testimonio a los discípulos de la resurrección?
      No hay derecho a que en tantas partes haya mujeres sufriendo violencia por parte de los hombres. Lo que es peor, muchas veces esa violencia acontece en el seno del hogar, en el santuario del matrimonio, donde el amor tenía que ser el único nexo de unión. ¿Cómo es posible que el hombre atente contra la que es “hueso de sus huesos y carne de su carne”? Desde pequeños, en el seno de la familia, todos deberíamos aprender que ni servir la mesa ni limpiar la casa ni lavar y planchar la ropa es trabajo exclusivo de la mujer, sea esposa, madre o hija. Desde pequeños deberíamos aprender que el hombre no es amo ni señor de su mujer. Desde pequeños deberíamos aprender a compartir las tareas y los trabajos de la vida.  Y eso porque creemos en Jesús. Porque vivir así la relación entre hombres y mujeres, una relación basada en el respeto y el amor, es también una forma, y de las más importantes, de construir el reino de Dios y hacerlo presente aquí en la tierra.


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Dios no tiene geografías

Jueves de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario
“Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos”. Pero ella replicó: “Tienes razón, Señor; pero también los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”. Él le contestó: “Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”. (Mc 7,24-30)
De cuando en vez, también a Jesús le meten gol y de penalti.
Esta vez se trata de una sencilla mujer del pueblo.
Y para colmo, una mujer pagana, cuando él mismo ha dicho que ha vendo solo para las ovejas de Israel.

Lo primero que podemos descubrir es:
Que también fuera de Israel puede haber mucha fe.
Que también fuera de la Iglesia puede haber mucha fe.
Que también fuera de la Iglesia puede haber mucha bondad.
Que también fuera de la Iglesia actúa el Espíritu Santo en las almas.
Que también fuera de la Iglesia anda Dios sembrando en los corazones.
Que también aquellos que nosotros consideramos malos, pueden llevar un corazón muy grande.

Esta mujer no pertenece a Israel.
Es una mujer pagana.
Es griega, de Fenicia de Siria.
Pero en la que la gracia ya ha actuado.
En la que el Espíritu ya ha hecho su trabajo.

¡Qué difícil juzgar a los demás, por su origen, por su raza o por su color!
¡Qué difícil hacernos jueces del corazón de los demás!
¡Qué difícil condenar a aquellos que nosotros no consideramos de los nuestros!
¡Qué difícil condenar a aquellos que no son de la Iglesia, por los motivos que sean!

Dios no tiene geografías.
Tampoco tiene límites culturales.
Tampoco tiene límites de condiciones sociales.
La gracia de la fe sobrepasa las fronteras de Israel.
La gracia de la fe sobrepasa las fronteras de la Iglesia.
La gracia de la fe sobrepasa las fronteras que nosotros mismos ponemos.

Jesús mismo se siente sorprendido.
También él comienza por dudar.
Esta no es hija de Israel.
Esta pobre mujer no pasa de ser un perrito bajo la mesa.
¿Qué hacer cuando él mismo ha demarcado la geografía de su actividad?
El mismo se siente sorprendido de que, fuera de Israel pudiera haber tanta fe.
Y ante la fe de una mujer a quien todos reconocen como pagana, el corazón de Jesús se conmueve y enternece y termina por escucharla y atenderla.

Estamos demasiado acostumbrados a pensar que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Y aquí caben varias preguntas:
¿No será que la Iglesia es más grande que su institución?
¿No será que nosotros mismos hemos estrechado los límites de la Iglesia?
¿No será que nosotros hemos pretendido encerrar el amor salvífico de Dios en los pequeños marcos de la Iglesia?

¿No será que, también fuera de la Iglesia, se hace presente el amor de Dios?
¿No será que, también fuera de la Iglesia está actuando el Espíritu Santo?

Dios no cabe en la Iglesia que sólo es su sacramento.
Dios no cabe en nuestros corazones y está abierto a todos los corazones que sinceramente le buscan.

Señor, aumenta la fe de quienes decimos creer.
E ilumina los corazones de aquellos que creen no tienen fe.
Que también hoy hay demasiados griegos, sirio-fenicios que se contentan con las migajas que caen de nuestras mesas, pero que también ellos están llamados a sentarse en la mesa de los hijos.

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