Evangelio y Comentario de hoy Lunes 19 de Enero 2015

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2,18-22):

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?»
Jesús les contestó: «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán. Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.»

Palabra del Señor

Un sacerdocio nuevo, un culto agradable al Señor
La Palabra continúa la meditación de la Carta a los Hebreos que iniciamos la semana pasada y que continuará durante las dos siguientes. En esta semana recorremos los textos que profundizan en el Sacerdocio de Cristo. De hecho, la consideración de Cristo como Sumo Sacerdote y la interpretación de toda su vida, su muerte y resurrección en clave cultual es algo chocante en el Nuevo testamento y exclusivo de este escrito. Lo que se nos dice aquí es que Jesuscristo es el único y auténtico sacerdote, es decir el único verdadero mediador entre Dios y los hombres. Por ello mismo, sólo en la participación en la vida, muerte y resurrección de Cristo puede el hombre realizar el culto agradable a Dios, entrar en una relación viva con Él y alcanzar la salvación. Pero su carácter sacerdotal no le separa de aquellos por los que media: al contrario, es en la plena participación en la humanidad de sus hermanos y en sus sufrimientos hasta la muerte en lo que se realiza su servicio sacerdotal. Jesús es un sacerdote capaz de compadecer, precisamente porque ha hecho suya la condición de los que por medio de Él se acercan a Dios. Pero este culto no significa un gusto morboso por el sufrimiento ni la negación de las alegrías de la vida. El Evangelio de Marcos, que ilumina en estos días el verdadero sentido de la ley y los mandamientos de Dios, trata hoy un aspecto esencial de la participacón de Cristo en nuestra condición humana. Jesús es capaz de compadecernos porque es también capaz de congratularse con nosotros. El ayuno y la ascética en general, que juegan un papel tan importante en la vida moral y religiosa del hombre, no han de convertirse en un absoluto. Las palabras de Pablo a los Romanos “alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran” (12, 15) expresan muy bien el sentido de este sacerdocio y de este nuevo culto inaugurados por Cristo. Antes que enseñar, amonestar o reprender, Dios por medio de la humanidad de Cristo participa de nuestra condición humana y sólo desde esta íntima comunión con nosotros nos llama a participar de su propia vida. Si esta es la novedad que Dios quiere regalarnos en Cristo, ¿no habremos nosotros mismos de cambiar los odres, el vestido, es decir, el continente, las actitudes de esta nueva forma de relación? Buscar ante todo la comunión, la participación en la vida de los demás, en sus alegrías y en sus sufrimientos, antes que darles lecciones o dirigirles sermones. Exhortar, anunciar y amonestar puede hacerse con espíritu evangélico sólo desde esa cercanía que el mismo Dios ha practicado con nosotros.
Hemos comenzado la semana de oración por la unidad de los cristianos. Tal vez una buena forma de orientarla sea mirar directamente a Cristo, el único mediador entre Dios y los hombres, y el maestro que nos enseña la esencia de la ley nueva, la que nos llama ante todo a la comunión de vida, a la disposición a participar en “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los que sufren” (GS 1).

Saludos cordiales
José María Vegas, cmf

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Lunes de la segunda semana del tiempo ordinario
“Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: “Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. Por qué los tuyos no?” Jesús les contestó: “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos?” Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. (Mc 2,18-22)
Yo soy de la idea de que Jesús debió de tener un gran humor. Y que muchas cosas las debió de tomar con mucho humor, porque de lo contrario, tenía que estar hasta las narices de tantas sonseras.
Esa CIA que seguía por todas partes a Jesús hoy la tendría y la pasaría muy mal, porque es precisamente los domingos cuando mejor comemos. Bueno, los que comemos, porque en el mundo hay muchos que no comen ni en domingo ni en días de semana.
Jesús no ayunaba.
Sus discípulos tampoco.
Y que conste que tenían buen apetito.

Pareciera que a Dios le encantan los estómagos vacíos.
Pareciera que a Dios le encantan los estómagos con hambre.
Pareciera que a Dios le encanta vernos sufrir delante de unos ricos alimentos.
Me pregunto ¿para qué nos habrá dado el estómago? ¿Sólo para los días de semana?

Jesús ve las cosas de otra manera.
A Jesús le gustan las fiestas.
A Jesús le gustan los banquetes.
A Jesús le gustan las bodas donde abunde el vino y el resto.
Jesús nos quiere ver siempre celebrantes, de boda.
Para ello, él mismo se declara novio, incluso para todos aquellos que no tienen novio.

A Jesús no le va el hambre.
A Jesús no le va ver a esa gente que no tiene qué comer.
A Jesús no le va ver a esa gente, ese mundo y esa sociedad donde la gente prefiere vivir de Ave Marías, pero no tiene pan en casa.

El ayuno puede ser un proceso de ascesis para debilitar el cuerpo.
Algunos dicen que lo hacen para agradar a Dios.
Yo confieso que me siento mejor con Dios con un estómago suficientemente satisfecho que con estómago que me hace bostezar. Porque, incluso, cuando tengo hambre, más que pensar en la oración pienso en el estómago.

Estoy seguro de que Jesús piensa como yo. ¿A caso no sintió lástima cuando vio que la gente le seguía y tenía hambre? Hasta se permitió el lujo de multiplicar los panes y los peces.
Jesús prefiere la fiesta.
Jesús no quiere una religión de estómagos vacíos.
Jesús prefiere que vivamos en ambiente y clima de boda. Por eso, estoy seguro de que no nos pedirá cuentas de si hemos ayunado o no, pero sí nos pedirá cuentas:
De si hemos sido felices.
Si hemos amado a los demás.
Si hemos hecho felices a los otros.
Si hemos vivido la fiesta del Evangelio.
Si hemos sonreído hoy a los demás.
Si hemos sacrificado lo nuestro para que los otros se lo pasen mejor.

A Jesús le importa más:
La alegría de su compañía.
La alegría de la novedad del Evangelio.
La alegría de sentirlo a El mismo como la razón de nuestra alegría.

Es posible que todavía hoy no falten quienes se escandalizan de que no ayunemos.
Pero no se escandalizan de vernos tristes,
No se escandalizan de que ofrezcamos una imagen gruñona de Dios.
No se escandalizan de vernos cristianos, siempre con dolor de estómago.
Personalmente, prefiero ser testigo de la alegría, que ser testigo de un estómago con hambre. Porque estoy seguro de que a Dios le encanta más mi sonrisa que mis ayunos.