Aquí estamos "de paso



Viernes de la semana 32 del Tiempo Ordinario
“Como sucedió en los días de Noé… Lo mismo que sucedió en tiempos de Lot… Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel día si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje a por ellas… El que pretenda guardar su vida, la perderá…” (Lc 17,26-37)
Porque el fin de nuestro mundo es sorpresivo, por eso Jesús nos invita a la vigilancia con una serie de parábolas: el novio que llega a recoger a la novia para la boda, el amo que llega a la hora menos pensada, el ladrón en la noche, los dolores de parto ... Puede llegar en cualquier lugar y tiempo. Jesús reprocha a las personas de su generación que repiten la misma actitud insensata que los contemporáneos de Noé y de Lot: "comían, bebían, se casaban, compraban", y se reían de Noé por sus previsiones y provisiones.
También nosotros tenemos la tentación de entregarnos a la vida como si fuéramos eternos habitantes de este planeta. Frente a esta ligereza e irreflexión ante los valores trascendentales, Pablo aconseja tomar conciencia de la provisionalidad del tiempo presente: "Los que compran como si no poseyesen; los que gozan del mundo como si no disfrutasen; porque este mundo que contemplamos está para acabar" (1 Co 7,30-31). Es alentadora a este respecto la parábola de las diez doncellas. Ante la imposibilidad de que las previsoras compartan su aceite, las despistadas van a la ciudad a comprarlo; pero cuando regresan a la sala del banquete, encuentran la puerta cerrada. Es decir, cuando hay síntomas de enfermedad mortal, se intenta apresuradamente la preparación; pero casi siempre se llega tarde.
Me llama la atención que personas ya de edad no se entreguen a aprender lo que de verdad importa, la ciencia de la vida, a entrenarse para lo que ha de ser su vida futura, nuestra vida futura, a educar el gusto para comer y saborear lo que serán los únicos manjares y bebidas del banquete de la gloria: la comunión con Dios y los hermanos, la oración, la paz interior y la armonía total, que sólo se podrán saborear si se les ha encontrado gusto ya en esta vida.

Cada uno en su tarea
Son aleccionadores los numerosos testimonios de cristianos que han estado en la frontera y han visto frente a frente la rivera del otro mundo. Querrían haber vivido de otra manera.
No se trata de amargarnos la existencia pensando siempre en la muerte, como los antiguos ascetas. Un rasgo esencial del cristiano es la alegría (Flp 4,4). Jesús nos da la razón suprema: "Voy a prepararos un lugar para que donde yo estoy estéis también vosotros" (Jn 14,2-3). Esto pone alegría en la vida, porque despeja el interrogante: "¿qué será de mí después de la muerte?" que, por lo menos de forma inconsciente, atormenta al que no tiene esperanza.
Además, somos unos privilegiados por saber el tema del examen final. Jesús señala que se nos preguntará: Estuve hambriento, desnudo, encarcelado, sin cobijo ... ¿me tendiste la mano, saliste al paso de mi sufrimiento? (Mt 25,34-40). "En el atardecer de la vida se nos examinará del amor", dijo Juan de la Cruz. Saber el tema del examen y no aprobar sería una negligencia imperdonable. En esto nos va la vida ("eterna", nada menos). "Estarán dos en la cama ... moliendo ... en el campo, a uno se lo llevarán ya otro lo dejarán". A cada uno le sorprenderá la visita del Señor en su mundo, en su tarea. No importa cuál. Lo que importa es realizarla por y con amor.
El futuro glorioso se genera viviendo con sentido de entrega: El que guarde su vida para sí, la perderá; el que la entregue con generosidad, la acumulará. Quien vive en esta clave, si no desea la muerte, como los santos, al menos la espera con serenidad. Al oír a Jesús, los discípulos le preguntan dónde tendrá lugar ese juicio de Dios. El lugar de la visita no tiene importancia: "Donde esté el cadáver se reunirán los buitres", responde Jesús. Con este proverbio viene a decir que el juicio de Dios tendrá lugar donde esté uno. Lo importante es vivir cada día como si fuera el último, con responsabilidad y alegría.


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