Evangelio Octubre 21, 2014
Necesidad de la vigilancia
Tiempo Ordinario
Lucas 12, 35-38.
Al final de la vida se nos juzgará por el amor a Dios y a nuestros hermanos.
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 35-38
Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!
Oración introductoria
Señor, creo, confío y te amo sobre todas las cosas. Me acerco a Ti en esta oración para reanimar la fe, para recibir la energía espiritual que mueva mi corazón y que me mantenga en vigilante espera.
Petición
Dios mío, concédeme vivir alerta, de cara a la eternidad, con mi alma limpia, lista para el encuentro definitivo contigo.
Meditación del Papa Francisco
El Evangelio nos habla del deseo del encuentro definitivo con Cristo, un deseo que nos hace estar siempre preparados, con el espíritu despierto, porque esperamos este encuentro con todo el corazón, con todo nuestro ser. Esto es un aspecto fundamental de la vida. Hay un deseo que todos nosotros, sea explícito sea escondido, tenemos en el corazón. Todos nosotros tenemos este deseo en el corazón. […]
Para nosotros es la espera de Cristo mismo, que vendrá a cogernos para llevarnos a la fiesta sin fin, como ya ha hecho con su Madre María Santísima, que la ha llevado al Cielo con Él.
Este Evangelio quiere decirnos que el cristiano es uno que lleva dentro de sí un deseo grande, un deseo profundo: el de encontrarse con su Señor junto a los hermanos, a los compañeros de camino» (S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013).
Reflexión
El Señor llega de improviso, como un ladrón, para ver si ya hemos construido el Reino que se nos ha revelado. Hablar de reino quiere decir hablar de las riquezas que Dios nos ha dado es decir, de la vida, del bautismo, de la participación de la vida divina a través de la gracia. Nosotros no somos dueños de estas riquezas, pero si administradores que las deben hacer fructificar y ampliar.
El Señor nos visita en varios momentos de la vida, pero su venida por antonomasia es el encuentro definitivo con Él. El hombre no pude perder la venida del Señor. Esta venida por tanto, exige vigilar. Reflexionar sobre la venida del Señor no nos debería dar miedo sino que nos debería llevar a confiar más en Él. ¡Cómo cambia el sentido de la vida cuando se ve desde este prisma de la fe y confianza en Cristo!
Pensar en el fin de la vida debe ser, más que una consideración del fin en sí y por sí, una ocasión para aprovechar más inteligentemente el tiempo que se nos queda para vivir, lo poco o mucho que sea. Lo importante es recordar que al final de la vida se nos juzgará del amor. Y sólo vale lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
Propósito
Vivir responsablemente este día, aprovechando mi tiempo, esforzándome por «ganar tiempo al tiempo», para comprometerme más en la nueva evangelización.
Diálogo con Cristo
Sean pocos o muchos los años que me quedan de vida, necesito estar listo para lo que la Providencia permita. Jesús, Tú conoces todas mis acciones, mis pensamientos y guías siempre mi camino, por eso te doy gracias; pero también conoces mis temores y mi fragilidad, por eso te pido la fortaleza y la sabiduría que necesito para sentir la urgencia de trabajar por tu Iglesia.
Necesidad de la vigilancia
Tiempo Ordinario
Lucas 12, 35-38.
Al final de la vida se nos juzgará por el amor a Dios y a nuestros hermanos.
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 35-38
Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!
Oración introductoria
Señor, creo, confío y te amo sobre todas las cosas. Me acerco a Ti en esta oración para reanimar la fe, para recibir la energía espiritual que mueva mi corazón y que me mantenga en vigilante espera.
Petición
Dios mío, concédeme vivir alerta, de cara a la eternidad, con mi alma limpia, lista para el encuentro definitivo contigo.
Meditación del Papa Francisco
El Evangelio nos habla del deseo del encuentro definitivo con Cristo, un deseo que nos hace estar siempre preparados, con el espíritu despierto, porque esperamos este encuentro con todo el corazón, con todo nuestro ser. Esto es un aspecto fundamental de la vida. Hay un deseo que todos nosotros, sea explícito sea escondido, tenemos en el corazón. Todos nosotros tenemos este deseo en el corazón. […]
Para nosotros es la espera de Cristo mismo, que vendrá a cogernos para llevarnos a la fiesta sin fin, como ya ha hecho con su Madre María Santísima, que la ha llevado al Cielo con Él.
Este Evangelio quiere decirnos que el cristiano es uno que lleva dentro de sí un deseo grande, un deseo profundo: el de encontrarse con su Señor junto a los hermanos, a los compañeros de camino» (S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013).
Reflexión
El Señor llega de improviso, como un ladrón, para ver si ya hemos construido el Reino que se nos ha revelado. Hablar de reino quiere decir hablar de las riquezas que Dios nos ha dado es decir, de la vida, del bautismo, de la participación de la vida divina a través de la gracia. Nosotros no somos dueños de estas riquezas, pero si administradores que las deben hacer fructificar y ampliar.
El Señor nos visita en varios momentos de la vida, pero su venida por antonomasia es el encuentro definitivo con Él. El hombre no pude perder la venida del Señor. Esta venida por tanto, exige vigilar. Reflexionar sobre la venida del Señor no nos debería dar miedo sino que nos debería llevar a confiar más en Él. ¡Cómo cambia el sentido de la vida cuando se ve desde este prisma de la fe y confianza en Cristo!
Pensar en el fin de la vida debe ser, más que una consideración del fin en sí y por sí, una ocasión para aprovechar más inteligentemente el tiempo que se nos queda para vivir, lo poco o mucho que sea. Lo importante es recordar que al final de la vida se nos juzgará del amor. Y sólo vale lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
Propósito
Vivir responsablemente este día, aprovechando mi tiempo, esforzándome por «ganar tiempo al tiempo», para comprometerme más en la nueva evangelización.
Diálogo con Cristo
Sean pocos o muchos los años que me quedan de vida, necesito estar listo para lo que la Providencia permita. Jesús, Tú conoces todas mis acciones, mis pensamientos y guías siempre mi camino, por eso te doy gracias; pero también conoces mis temores y mi fragilidad, por eso te pido la fortaleza y la sabiduría que necesito para sentir la urgencia de trabajar por tu Iglesia.
=https://www.facebook.com/snfranciscoxavier.comunidadcatolica
A Dios no le gusta una Iglesia dormida
Martes de la semana 29 del tiempo ordinario “Dijo Jesús a sus discípulos: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como el que aguarda a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”. (Lc 12,35-38)
La vida del creyente es estar siempre alerta.
Estar siempre despiertos.
Estar siempre en vela.
Estar siempre dispuestos.
Aquí no vale el hacerse los desentendidos.
Aquí no valen las excusas de que estamos cansados.
Aquí no vale eso de que no nos dimos cuenta.
Aquí no vale eso de “yo pensaba…”.
El cristiano tiene que estar siempre de vigía que vela y espera.
El cristiano tiene que vivir con los ojos abiertos a las venidas de Dios.
El cristiano tiene que vivir con los oídos atentos por si escucha sus pasos.
El cristiano tiene que vivir dispuesto siempre a abrir la puerta.
Dios no es de los que se desentiende del hombre y lo deja a la deriva.
Dios no es de los que dice: “ahí os las veáis”.
Dios no es de los que dice: “haced lo que os venga en ganas”.
Dios sigue viniendo cada día.
Por eso cada día es una novedad de Dios.
Dios sigue viniendo cada día a la Iglesia.
Por eso cada día la Iglesia es una novedad de Dios.
Dios sigue cada día haciendo su Iglesia.
Por eso cada día la Iglesia está llamada a ser cada día nueva.
Dios no es de los que se repite.
Dios no es de los que siempre canta la misma canción.
Dios es sorpresa, es novedad.
Y todo lo que toca Dios con su gracia y su palabra está llamado a renovarse.
La novedad de nuestras vidas es la novedad de Dios en nosotros.
La novedad de la Iglesia, no es el capricho de los hombres, sino novedad de Dios.
Por eso cada uno de nosotros es preciso estemos atentos a sus llegadas.
A escuchar sus pasos, como Adán, en el paraíso.
Pero no para escondernos como él, sino para salir a su encuentro.
Tenemos miedo a los cambios porque tenemos la idea de que la Iglesia es nuestra.
Y la Iglesia no es nuestra.
Nosotros somos simples “criados” siempre “ceñida la cintura”.
Los cambios nacen del mismo Dios que quiere una Iglesia “siempre rejuvenecida”.
Para ello necesitamos también estar con las “lámparas encendidas”.
Necesitamos luz para ver y poder abrir la puerta sin hacerle esperar mientras buscamos las llaves.
Necesitamos luz para descubrir a Dios llegando y para que encuentre la casa iluminada y no a oscuras.
Y lo original de este texto del Evangelio es el que dice: “Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela, os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”.
El mérito de la espera es recompensado con “sentarnos a la mesa”.
El mérito de la espera es retribuida con que “los irá sirviendo”.
Solo cuando estamos atentos, seremos invitados a la mesa.
Solo cuando estemos listos para abrirle la puerta, “Él nos servirá”.
Solo quien sepa leer la novedad de las venidas de Dios participará de la mesa y del servicio de Dios.
Solo cuando estamos listos para abrir las puertas de nuestras vidas, de la Iglesia a la nueva juventud de la Iglesia, podremos ser comensales servidos por Dios.
A Dios no le gustan cristianos dormidos.
A Dios no le gusta una Iglesia dormida.
A Dios no le gustan cristianos que le hacen esperar.
A Dios no le gusta una Iglesia que le hace esperar.
A Dios le encantan los cristianos siempre dispuestos.
A Dios le gusta una Iglesia siempre dispuesta.
A Dios le gustan los cristianos siempre despiertos.
A Dios le gusta una Iglesia siempre despierta, siempre preparada para ir por delante y no a remolque.
juanjauregui.es