Dios sí, ¿y el prójimo?
Domingo 30 del Tiempo OrdinarioLectura del santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.
Una Señora se me presentó porque quería hacer una consulta, decía que espiritual. Comenzó por hacerme toda una apología de su vida cristiana.
Yo soy muy católica.
No me pierdo una misa ni que me esté muriendo.
Rezo el rosario entero a diario.
Además nunca dejo mi Cadena a San Judas Tadeo.
Yo, educadamente, le escuché todo un rato preguntándome a qué venía a preguntarme nada si era tan maravillosa. En ese momento, tuve una especie de tentación: “No sea que se trate de algo como aquel que se presentó a Jesús y había cumplido los mandamientos desde joven, pero luego, Jesús le respondió: “sólo te falta una cosa: vende lo que tiene”. Y aquí terminó toda la bondad, porque triste, se dio la vuelta y se volvió a su casa”.
Dicho y hecho.
- Señora, ¿y cómo se lleva con su nuera?
- No la aguanto, es una impertinente.
- ¿Y cómo se lleva con sus vecinos?
- No les hablo, porque todos son unos egoístas que solo piensan en sí mismo.
- ¿Y cómo se lleva con su marido?
- Vivimos hace tiempo en habitaciones separadas porque él…
- ¿Pero al menos con sus hijos me imagino que se llevará bien?
- Tengo tres hijos, el primero es buen chico, pero los otros dos han salido a su padre y ya les he dicho que se arreglen con él”.
- ¡Me imagino que usted será generosa con los pobres y necesitados!
- Mire, Padre Juan, no se fíe, la mayoría solo vienen a engañarle, con el mismo cuento.
Señora ¿usted sabe andar en bicicleta?
Al Colegio iba siempre en bicicleta.
¿Y cuántas ruedas tiene su bicicleta?
Dos ruedas como todas las bicicletas.
¿Y no sabía que para ser un buen cristiano se necesitan también dos ruedas?
La señora no se daba ni por enterada ni por vencida.
Oiga, Padre, yo no sabía que al cielo se iba en bicicleta.
Pues, aunque le parezca mentira, al cielo solo se va en bicicleta y con la de dos ruedas:
El amor a Dios.
Y el amor el prójimo.
Porque para ser santo es preciso amar a Dios con todo el corazón y con toda la mente y con todo lo que somos.
Pero esa es una de las llantas por las que uno llega a la santidad.
Falta la otra: la de amar al prójimo como a uno mismo.
Y estas son las dos llantas que nos llevan a la santidad y al cielo.
Cualquiera de ellas que nos falte nos deja tirados en el camino.
Mejor dicho, si nos falta la llanta del amor al prójimo la otra del amor de Dios se nos pincha y tampoco camina.
Pero ¿no es suficiente amar a Dios?
Parece que no.
Jesús nos dijo que amar a Dios y amar al prójimo era la síntesis de toda la ley.
Hay muchos que creemos amar a Dios.
Pero somos incapaces de amar al hermano.
Hay muchos que hablamos tanto con Dios que lo tenemos mareado.
Pero luego somos incapaces de hablar con nuestro vecino.
Hay muchos que estarían dispuestos a darlo todo por Dios.
Pero luego somos incapaces de dar una limosna al que nos pide para comprar un pan.
Jesús nos dijo que el camino del cielo tenía dos rieles o dos llantas.
El amor a Dios. Y el amor al prójimo.
Y San Juan se atrevió a decirnos que quien dice amar a Dios y no ama al hermano es un gran mentiroso.
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