Del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34
En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús venir hacia él y
dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es
por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto
delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía, pero he
venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan
dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una
paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía pero el que
me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja
el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu
Santo." Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de
Dios.
Oración introductoria
Cordero de Dios, quita mi pecado y hazme digno de poder tener un
diálogo de amor contigo en este tiempo de oración. Te amo, pero no soy
digno porque no he sido fiel a tu gracia, por eso envía tu Espíritu
Santo para que me ayude a amarte como Tú me amas.
Petición
Padre Santo, dame la gracia de experimentar tu presencia en esta oración.
Meditación del Papa Francisco
El servicio que han prestado en estos días me ha recordado la misión
de san Juan Bautista, que preparó el camino a Jesús. Cada uno de
ustedes, a su manera, ha sido un medio que ha facilitado a miles jóvenes
tener "preparado el camino" para encontrar a Jesús. Y éste es el
servicio más bonito que podemos realizar como discípulos misioneros:
Preparar el camino para que todos puedan conocer, encontrar y amar al
Señor.
A ustedes, que en este período han respondido con tanta diligencia y
solicitud a la llamada para ser voluntarios de la Jornada Mundial de la
Juventud, les quisiera decir: Sean siempre generosos con Dios y con los
otros. No se pierde nada, y en cambio, es grande la riqueza de vida que
se recibe.
Dios llama a opciones definitivas, tiene un proyecto para cada uno:
descubrirlo, responder a la propia vocación, es caminar hacia la
realización feliz de uno mismo. Dios nos llama a todos a la santidad, a
vivir su vida, pero tiene un camino para cada uno. (S.S. Francisco, 28 de julio de 2013).
Reflexión
En el Evangelio de hoy, se nos presenta dos tipos de bautismo: el
bautismo del agua impartido por Juan y la nueva forma del bautismo que
instituirá Jesucristo.
El rito del bautismo de Juan está lleno de significado. La persona
que se acercaba a Juan para ser bautizada se preparaba para este
momento tan importante. La entrada en el lago y la inmersión en el agua
tenía el significado de dejar sumergida la vida pasada e iniciar una
nueva vida. Era una muestra de conversión por la cual salía del agua
dispuesto a cambiar en su forma de ser en la vida cotidiana y en su
relación con Dios. El bautismo con agua será la preparación para recibir
el nuevo bautismo del que habla Juan cuando Jesús fue a bautizarse, el
bautismo proveniente del Espíritu Santo. Tenemos referencia de este tipo
de bautismo en los Hechos de los Apóstoles cuando Pedro habla a los
judíos de convertirse y hacerse bautizar por el Espíritu Santo.
El bautismo que será instituido por Jesucristo también hace
referencia a una nueva vida. En este caso, a la persona bautizada se le
abren las puertas a una nueva vida en el seno de la Iglesia al borrar el
pecado original. Por ello pertenece al grupo de los sacramentos que hoy
llamamos de Iniciación. Porque con él se inicia el camino para poder
recibir todos los demás sacramentos. La práctica de bautizar por
sumersión ya no se practica hoy en día, sin embargo, durante mucho
tiempo se conservó en algunas iglesias un baptisterio en el cual se
bajaba por una escalera a un lugar oscuro y después de ser bautizado
subía de nuevo a la luz, manteniendo el simbolismo como en el bautismo
del Jordán.
Propósito
Recordar que en nuestro Bautizo Dios nos dijo estas palabras al
hacernos sus hijos: "Este es mi hijo muy amado..." Y cada día nos
acompaña como Padre bueno.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, para tenerte como compañero de mi vida necesito
conocerte más, de manera directa, en la Eucaristía, en el Evangelio y en
la oración. No quiero quedarme en la superficialidad de quienes sólo
«oyen» hablar de Ti, pero no tienen una relación personal para conocer
tu voluntad. Sólo en el contacto asiduo contigo se podrá formar mi
corazón de discípulo y misionero de tu amor.
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Yo lo he visto
3 de Enero
“Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel
de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de
mí, que existía antes que yo”. (Jn 1,29-34)
El hombre que vio. “Yo lo he visto”.
Lo había anunciado, sin conocerle.
Hoy lo señalo porque ya “lo he visto”.
“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Anunciamos y predicamos a Jesús.
Pero, ¿anunciamos lo que nos han dicho de Él?
¿Anunciamos lo que hemos aprendido de Él?
¿O anunciamos lo que nosotros mismos hemos visto?
¿Hablamos de memoria sobre Él?
¿O hablamos porque lo hemos visto?
¿Recuerdan aquello de la Samaritana que se fue al pueblo proclamando que se había encontrado con el Mesías?
Anunciaba lo que había visto.
Pero luego le responden: “Ahora creemos no por lo que nos has dicho sino porque nosotros mismos lo hemos visto”.
El primer paso es que quien anuncia a Jesús le haya visto.
Pero el segundo paso será que también “los demás lo vean”.
Para conocer a Jesús:
No basta saberle de memoria.
Para conocer a Jesús es preciso verlo.
Para conocer a Jesús es preciso experimentarlo.
Jesús no es una idea sino una persona.
Jesús no es una doctrina sino una experiencia.
Juan comenzó por hablar de Jesús porque había recibido el mandato de preparar sus caminos.
Pero hablaba de alguien que tampoco él conocía.
“Yo no lo conocía”.
Por eso él solo bautiza con “agua”.
Fue preciso que también él diese el siguiente paso.
Ahora lo “ve venir hacia él”.
“Vio bajar sobre Él al Espíritu Santo”.
Solo después de verlo puede decir: “Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
Solo podemos hablar creíblemente de Jesús después de haberle visto.
Solo podemos hablar creíblemente de Jesús después de haberle contemplado.
Solo podemos hablar creíblemente de Jesús después de haberle experimentado.
André Frossard escribió un pequeño librito explicando su conversión:
Y no encontró mejor título que éste: “Dios existe. Yo lo he visto”.
San Pablo de la Cruz lo había entendido muy bien. Quería que sus
misioneros, antes de salir a predicar al pueblo, se pasasen unos meses
al pie de la cruz en actitud contemplativa. Tenían que hablar de lo que
habían visto.
Pienso que uno de los fallos de la Iglesia es comenzar por enseñar a los niños cosas de Jesús. Ese es el catecismo.
Nuestros niños y jóvenes saben mucho de Jesús hasta sacan sobresaliente en los exámenes.
Pero no les hemos enseñado a “ver y experimentar” primero a Jesús.
Podemos ser doctores en teología y no haber visto nunca a Jesús.
Anunciamos teologías, pero no anunciamos experiencias.
Anunciamos teologías, pero a Él nunca lo hemos visto.
Lo que gana nuestros corazones es la persona de Jesús.
Lo que nos atrae de Él es haberlo visto, sentido y experimentado.
Necesitamos tiempo para estudiar.
Pero también necesitamos tiempo para ver y contemplar.
Necesitamos predicar ideas sobre Jesús.
Pero también necesitamos hablar de nuestra experiencia de Él.
Y eso solo lo lograremos si primero nos hablan de Él y de su persona antes de lo que él enseñó.
Más creemos al que vio que al que sabe.
Más creemos al que puede dar testimonio que el que conoce mucho.
Nuestra mejor tarjeta de credibilidad será siempre “Yo lo he visto”.
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