Evangelio y Comentario de hoy Sabado 28 de Diciembre 2013

Día litúrgico: 28 de Diciembre: Los Santos Inocentes, mártires

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».
Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».
Comentario
Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto
Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social.

San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14).

Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.

Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre».

Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.


Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Los Santos Inocentes,
mártires a los que hoy honramos,
dieron testimonio de ti
no proclamando tu nombre con palabras,
sino entregando su vida por ti,
aun sin ser conscientes de ello.
Te rogamos en el día de su fiesta
que sepamos nosotros
dar testimonio consciente de ti,
tanto por las palabras que decimos
como por la forma como vivimos nuestra fe.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.


Hermanos: Le pedimos hoy al Señor que bendiga de manera especial a nuestros niños, para que crezcan como hijos de Dios, como buenos cristianos y buenos ciudadanos.
Que la bendición de Dios todopoderoso, permanezca para siempre con nosotros. 


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Dios prefiere un pesebre a las cunas reales


28 de Diciembre: Los Santos Inocentes

“Al verse burlado por los Magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado por los Magos”. (Mt 2,13-18)
No quisiera ser malo, pero debo reconocer que los grandes y poderosos tienen mucho de niños caprichosos y que, en realidad no son ni tan grandes como se creen ni tan poderosos como se imaginan.
Porque no me digan que la reacción de Herodes no es un berrinche de niño mal criado.

Es que los grandes y poderosos difícilmente se dejan pisar el poncho:
No aceptan que alguien les engañe y defraude, o desilusione.
No aceptan que alguien pueda poner en peligro su sillón.
No aceptan que alguien pueda ser un peligro para su grandeza.
¡Como soy malo, disfruto cuando veo temblar a los poderosos que creen lo pueden todo! Por eso nunca he entendido que los que se creen grandes necesiten llevar siempre un montón de guardaespaldas! Yo no me imagino a Jesús con policía acompañándole por los caminos de Israel.

Es que los poderosos:
No solo tienen poder sino que tienen un alma hecha de poder.
Tienen un corazón que huele a poder.
Viven del poder y para el poder.
Un poder que no tiene nada de servicio sino de autosuficiencia y de destrucción de los demás.

Por algo María, en su Magnificat habla de cómo Dios “humilla a los poderosos.
Se diría que Dios se ríe de los poderosos.
Que Dios se burla de los poderosos.
Que Dios siempre tiene una salida para los pequeños.
Le fue suficiente un sueño a José para que tomase lo poco que tenía y de noche se fuese a Egipto.
Dios no hace ruidos.
Dios puede actuar hasta de noche cuando no se ve nada.

Los poderosos carecen de corazón y de conciencia:
No les importan los medios.
“Mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores”.
El sillón vale más que la vida de un niño.
El poder vale más que la vida de muchos niños inocentes.
El poder no tiene corazón.
Y estoy hablando de todos los poderes, del tipo que sean.
Y estoy hablando de que el poder reside más en el corazón que en los títulos que uno ostenta.

¿Qué importa matar a los inocentes si nos estorban y son un problema para nosotros?
¿Qué nos importa que mueran niños que ni siquiera les hemos reconocido el derecho de nacer, si atentan contra esa “libertad que tenemos de disponer de nuestros cuerpos y de nuestra vida”?
¿Qué importa que mueran inocentes si de por medio están nuestros intereses políticos? ¡Pensemos en las últimas guerras!
¿Qué nos importa anular a las personas si con ello fortalecemos nuestro prestigio y nos ganamos un puntito con los que están más arriba?
Cuando el poder se adueña de nuestros corazones y se nos sube a la cabeza, todos los medios son válidos y hasta podemos justificarlos en nombre de Dios.
Por eso me encanta el proceder de Dios:
Prefiere a los sin poder.
Prefiere a los que no cuentan.
Prefiere él mismo “rebajarse”.
Prefiere renunciar a “su condición divina” y manifestarse en su condición de hombre.
Prefiere los caminos sencillos y no las autopistas.
Prefiere un pesebre a las cunas reales.
Prefiere llegar de noche como para que nadie le espere.
Prefiere nacer de noche mientras los demás están dormidos.
Prefiere un pedazo de pan para hacerse presente hoy en la Iglesia.
Prefiere dar su propia vida antes de exigir la vida de los demás.
Prefiere el amor al poder.
Dios no mata, ni siquiera a aquellos que anuncian su muerte porque lo ven como un peligro y un riesgo a la libertad.

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