Evangelio y Comentario de hoy 28 de Noviembre 2013

Día litúrgico: Jueves XXXIV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.

»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».
Comentario
Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación
Hoy al leer este santo Evangelio, ¿cómo no ver reflejado el momento presente, cada vez más lleno de amenazas y más teñido de sangre? «En la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo» (Lc 21,25b-26a). Muchas veces, se ha representado la segunda venida del Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.

Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el Evangelio? Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.

La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».


Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Somos tu pueblo en marcha,
que trata de llevar a cabo la tarea
de modelar aquí en el mundo tu reino de amor y paz.
Cuando nos sintamos desalentados y con miedo,
mantennos firmes caminando en esperanza.
Haznos estar siempre vigilantes en oración
para que percibamos los signos de la venida de tu Hijo.
Que Jesús camine con nosotros ya ahora
en el camino que él mismo nos ha trazado,
para que nos conduzca hacia ti, nuestro Dios vivo,
que vives y reinas por los siglos de los siglos


Hermanos: Mantengan bien alta la cabeza con esperanza. Sigan esperando cuando haya guerra y violencia, cuando haya injusticia y corrupción generalizadas, cuando haya por doquier odio y discriminación. Sigan esperando, por que hay un futuro consolador. Cristo está con nosotros, y con él, con su poder salvador, podemos acabar con el mal en nosotros y en nuestro mundo
Feliz y bendecido Jueves para todos !!! 

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Jueves de la semana 34 del Tiempo Ordinario
“Cuando veáis a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sabed que está cerca la destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en las ciudades, que se alejen; los que estén en el campo, que entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”. (Lc 21,12-19)
Al final todo parece destrucción.
Al final todo parece meternos miedo en el corazón.
Como si todas las esperanzas se muriesen.
Como si todas las ilusiones se apagasen.
Como si todos los sueños se viniesen abajo.
¿Será que al final de los tiempos las esperanzas e ilusiones se marchitan y mueren?

Jesús no es de los que anuncia calamidades.
Jesús no es de los que anuncia desilusiones.
Jesús no es de los que anuncia desesperanzas.
Jesús no es de los que pone miedos en nuestras mentes.

Por el contrario:
Jesús es de los que nos anuncia que lo transitorio pasará.
Jesús es de los que nos anuncia que lo material pasará.
Jesús es de los que nos anuncia que lo accidental pasará.

Pero:
No para que caigamos en la desilusión.
No para que caigamos en la desesperanza.
No para que caigamos en la muerte de los grandes ideales.

Todo pasará, menos Él.
Todo pasará, menos el Evangelio.
Todo pasará, menos el amor de Dios.
Todo pasará, menos la gracia de la salvación.
Todo pasará, menos Dios.

Lo nuevo:
Necesita renunciar a lo viejo.
Necesita destruir lo viejo.
Necesita destruir lo que está en ruinas.

Jesús anuncia que lo caduco desaparecerá.
Jesús anuncia que lo perecedero desaparecerá.
Pero vendrá lo definitivo.

Y es entonces que “veremos la verdadera gloria del Hijo del Hombre”.
Será entonces que “le veremos venir a Él en todo su poder y majestad”.
Será entonces que estamos llamados no a hundir en la desesperación:
Sino a levantar la cabeza.
Porque se acerca nuestra liberación

Con frecuencia la vida está cargada de desilusiones y desesperanzas.
Pero no es ese el final.
El final será la realización de toda esperanza.
Con frecuencia la vida está oscurecida por las desgracias.
No es fácil entonces ver la luz al final del túnel.
Sin embargo:
No será el mal el que triunfe definitivamente.
Sino el bien.
No será la mentira la que triunfe al final de camino.
Sino la verdad.
No serán los hombres los que triunfen destruyéndonos.
Sino que será Dios que nos salvará.
No será el final de todo.
Será el comienzo de lo nuevo, lo definitivo.

No estamos llamados al miedo, sino a la confianza.
No estamos llamados a la desgracia, sino a la gracia.
No estamos llamados al vacío, sino a la plenitud.
No estamos llamados a la muerte, sino a la vida.
No estamos llamados a seguir siempre sufriendo en este mundo.
Sino que estamos llamados a la felicidad de Dios.
Al final, todo desaparecerá.
Pero para dar lugar a la novedad del más allá.
No tengamos miedo, “alcemos la cabeza”, “abramos los ojos”:
Es la plenitud de la salvación la que está amaneciendo.

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