Santo Evangelio Noviembre 19, 2013
Conversión de Zaqueo
Lucas 19, 1-10.
Tiempo Ordinario.
Cuando encontramos a Jesús en nuestra vida no podemos permanecer iguales.
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
Oración introductoria
Jesús, como Zaqueo quiero conocerte mejor, pero hay muchas cosas que me lo impiden y me distraen. Hoy vengo a esta oración dispuesto a encontrarme contigo. Mírame Señor, con ese amor con que miraste a Zaqueo, ven a mí, prometo no dejarte ir nunca más.
Petición
Señor, haz que venga hoy tu salvación a mi alma.
Meditación del Papa Francisco
Por favor, no os canséis de ser misericordiosos. A los enfermos les daréis el alivio del óleo santo, y también a los ancianos: no sintáis vergüenza de mostrar ternura con los ancianos. [...] Conscientes de haber sido escogidos entre los hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas de Dios, ejerced con alegría perenne, llenos de verdadera caridad, el ministerio de Cristo Sacerdote, no buscando el propio interés, sino el de Jesucristo. Sois Pastores, no funcionarios. Sois mediadores, no intermediarios. Finalmente, al participar en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos a vuestro Obispo, esforzaos por reunir a los fieles en una sola familia para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tened siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir, y buscar y salvar lo que estaba perdido. (S.S. Francisco, 21 de abril de 2013).
Reflexión
Zaqueo que era un hombre pecador se encuentra con Jesús. Pero este encuentro no sucede de manera fortuita, sino que nace de la curiosidad de este hombre, que seguramente admiraba a Jesús en secreto. Al pasar Jesús por Jericó había mucha gente reunida con la esperanza de ver cómo era ese profeta del que tanto se oía. Uno de ellos era Zaqueo, hombre de mala reputación, ya que se dedicaba a cobrar impuestos y además era muy rico. Su baja estatura le impedía ver a Jesús. Entonces corrió adelantándose para subirse a un árbol y desde ahí poder contemplar a Jesús en el momento en que pasara. Y al pasar Jesús miró hacia arriba y le dijo "Zaqueo, baja enseguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa". Él bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Y todo el pueblo murmuraba: "Se ha ido a casa de un rico pecador". Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más". Jesús le contestó: "Hoy ha entrado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido"
Cuán transformante habrá sido el encuentro de Zaqueo con Jesucristo para que este hombre decidiera corregir el rumbo de su vida. Probablemente desde el momento en que Zaqueo con tanto interés buscó a Jesús, sabía que su modo de actuar no era el correcto y sabía que conocer a ese profeta le cambiaría la vida, aunque esto tuviera muchas consecuencias. Zaqueo al subir al árbol, vence el respeto humano. Pone los medios necesarios para un encuentro cara a cara con el Señor. No imaginó que Jesucristo le pediría hospedarse en su casa. Y bajó del árbol rápidamente y lo recibió con alegría.
Qué actitud tan hermosa la de Zaqueo, que conociendo sus pecados, acepta al Señor y atiende rápidamente a su petición. Todos los cristianos podemos imitar esta actitud de prontitud ante los reclamos del Señor y una prontitud alegre, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días. Zaqueo no podía seguir siendo el mismo después de conocer personalmente a Cristo. Decide restituir a toda persona que haya engañado. Y Cristo, que conoce el corazón de cada hombre, le da la buena noticia: "Hoy la salvación ha entrado a su casa".
Propósito
Imitar esta actitud de prontitud alegre de Zaqueo a lo que Jesús nos pide, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, necesito este encuentro contigo en la oración. El ejemplo de Zaqueo me hace ver que quien te deja entrar en su vida, no pierde nada de lo que realmente hace la vida bella, buena y grande. Tu amistad abre las puertas de un horizonte inmenso. Ayúdame a hacer la misma experiencia y a no tener miedo de abrirte de par en par las puertas de mi corazón.
=
Autor: P Clemente González | Fuente: Catholic.net
Conversión de Zaqueo
Lucas 19, 1-10.
Tiempo Ordinario.
Cuando encontramos a Jesús en nuestra vida no podemos permanecer iguales.
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
Oración introductoria
Jesús, como Zaqueo quiero conocerte mejor, pero hay muchas cosas que me lo impiden y me distraen. Hoy vengo a esta oración dispuesto a encontrarme contigo. Mírame Señor, con ese amor con que miraste a Zaqueo, ven a mí, prometo no dejarte ir nunca más.
Petición
Señor, haz que venga hoy tu salvación a mi alma.
Meditación del Papa Francisco
Por favor, no os canséis de ser misericordiosos. A los enfermos les daréis el alivio del óleo santo, y también a los ancianos: no sintáis vergüenza de mostrar ternura con los ancianos. [...] Conscientes de haber sido escogidos entre los hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas de Dios, ejerced con alegría perenne, llenos de verdadera caridad, el ministerio de Cristo Sacerdote, no buscando el propio interés, sino el de Jesucristo. Sois Pastores, no funcionarios. Sois mediadores, no intermediarios. Finalmente, al participar en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos a vuestro Obispo, esforzaos por reunir a los fieles en una sola familia para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tened siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir, y buscar y salvar lo que estaba perdido. (S.S. Francisco, 21 de abril de 2013).
Reflexión
Zaqueo que era un hombre pecador se encuentra con Jesús. Pero este encuentro no sucede de manera fortuita, sino que nace de la curiosidad de este hombre, que seguramente admiraba a Jesús en secreto. Al pasar Jesús por Jericó había mucha gente reunida con la esperanza de ver cómo era ese profeta del que tanto se oía. Uno de ellos era Zaqueo, hombre de mala reputación, ya que se dedicaba a cobrar impuestos y además era muy rico. Su baja estatura le impedía ver a Jesús. Entonces corrió adelantándose para subirse a un árbol y desde ahí poder contemplar a Jesús en el momento en que pasara. Y al pasar Jesús miró hacia arriba y le dijo "Zaqueo, baja enseguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa". Él bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Y todo el pueblo murmuraba: "Se ha ido a casa de un rico pecador". Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más". Jesús le contestó: "Hoy ha entrado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido"
Cuán transformante habrá sido el encuentro de Zaqueo con Jesucristo para que este hombre decidiera corregir el rumbo de su vida. Probablemente desde el momento en que Zaqueo con tanto interés buscó a Jesús, sabía que su modo de actuar no era el correcto y sabía que conocer a ese profeta le cambiaría la vida, aunque esto tuviera muchas consecuencias. Zaqueo al subir al árbol, vence el respeto humano. Pone los medios necesarios para un encuentro cara a cara con el Señor. No imaginó que Jesucristo le pediría hospedarse en su casa. Y bajó del árbol rápidamente y lo recibió con alegría.
Qué actitud tan hermosa la de Zaqueo, que conociendo sus pecados, acepta al Señor y atiende rápidamente a su petición. Todos los cristianos podemos imitar esta actitud de prontitud ante los reclamos del Señor y una prontitud alegre, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días. Zaqueo no podía seguir siendo el mismo después de conocer personalmente a Cristo. Decide restituir a toda persona que haya engañado. Y Cristo, que conoce el corazón de cada hombre, le da la buena noticia: "Hoy la salvación ha entrado a su casa".
Propósito
Imitar esta actitud de prontitud alegre de Zaqueo a lo que Jesús nos pide, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, necesito este encuentro contigo en la oración. El ejemplo de Zaqueo me hace ver que quien te deja entrar en su vida, no pierde nada de lo que realmente hace la vida bella, buena y grande. Tu amistad abre las puertas de un horizonte inmenso. Ayúdame a hacer la misma experiencia y a no tener miedo de abrirte de par en par las puertas de mi corazón.
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Autor: P Clemente González | Fuente: Catholic.net
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Martes de la semana 33 del Tiempo Ordinario
“En aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús…” (Lc 19,1-10)
Pudiera que este título suene mal a muchos.
Porque, con esto de “ricos malos” y “pobres buenos”, decir que Dios ama a los ricos pudiera tener hoy una resonancia un tanto extraña.
Pero, Dios no es de los que divide la sociedad:
En buenos y malos.
En ricos y pobres.
En blancos y negros.
En sabios e ignorantes.
Dios es de los que, por encima de todo, ve a las personas.
Y él mismo lo dijo:
“no he venido a buscar a los sanos sino a los enfermos”,
“no he venido a recrearme con los buenos sino a buscar a los malos”.
Hay ricos malos y hay ricos buenos.
Como también hay pobres malos y pobres buenos.
Y Jesús viene a buscar a los malos sean estos ricos o pobres.
Llamó a Mateo y lo invitó a seguirle.
Y ahora él mismo se invita a la casa de otro rico, llamado Zaqueo, malo por donde se le mire: “Publicano y Jefe de publicanos”.
Pero un rico insatisfecho y vacío.
El dinero dejaba demasiados agujeros en su corazón.
Un rico que no estaba sentado sino que andaba por los caminos.
Un rico que también buscaba algo más que el dinero.
Su corazón buscaba algo más que la plata.
Tal vez, inconscientemente, su corazón buscaba vivir la alegría de la verdad.
Hay ricos instalados en sus riquezas y que no necesitan más.
Como también hay ricos que buscan y, hasta se atreven hacer el ridículo “queriendo ver a Jesús”.
Zaqueo era uno de esos ricos, aunque pobre de estatura.
Pero con grandes ansias de ver a Jesús.
¿Sería solo cuestión de verlo, como esos fans que se suben a donde sea, para poder ver a sus ídolos?
¿Y por esa simple curiosidad se sube a un árbol?
La gente le impide verlo.
Estoy seguro que ahí hay mucho más.
Ahí hay el deseo de un ver para poder cambiar.
Y resulta curioso que Jesús:
pase bajo el árbol,
levante su cabeza para verle,
le llame por su nombre
y se auto invite a cenar en su casa.
Jesús sabe muy bien que aquello será mal visto.
Sabe que los “santos fariseos” se escandalizarán.
Pero a Jesús eso le importa poco.
Le interesa más encontrarse con el que, no era malo, sino que sencillamente vivía extraviado.
Y que como oveja perdida también lo encontró.
Y también aquí quiso celebrarlo con un banquete.
La prueba es que también los ricos son capaces de cambiar cuando se encuentran con Jesús.
También los ricos son capaces de desprenderse de sus riquezas, repartiéndolas a los pobres, cuando se encuentran con Jesús. “Daré la mitad de mis bienes a los pobres”.
No es cuestión de condenar a los ricos, sino de que los ricos se encuentren con Jesús.
No es cuestión de condenar a los ricos, sino preguntarnos ¿qué hacemos para que los ricos vean a Jesús?
No es cuestión de condenar a los ricos, sino cómo llegar a ellos y servir de árbol al que también ellos puedan subirse para verlo pasar.
No es cuestión de condenar a los ricos, por ser ricos, sino ver cómo hacemos para que también ellos escuchen que Jesús los llama por su nombre y se invita él mismo a cenar con ellos.
No es condenando como salvaremos a los ricos, sino poniéndolos en el camino donde vean a Jesús y Jesús los vea.
No condenemos a nadie.
Hagámosles visible a Jesús.
No condenemos a nadie, esperemos a que Jesús los llame por su nombre.
juanjauregui.es
“En aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús…” (Lc 19,1-10)
Pudiera que este título suene mal a muchos.
Porque, con esto de “ricos malos” y “pobres buenos”, decir que Dios ama a los ricos pudiera tener hoy una resonancia un tanto extraña.
Pero, Dios no es de los que divide la sociedad:
En buenos y malos.
En ricos y pobres.
En blancos y negros.
En sabios e ignorantes.
Dios es de los que, por encima de todo, ve a las personas.
Y él mismo lo dijo:
“no he venido a buscar a los sanos sino a los enfermos”,
“no he venido a recrearme con los buenos sino a buscar a los malos”.
Hay ricos malos y hay ricos buenos.
Como también hay pobres malos y pobres buenos.
Y Jesús viene a buscar a los malos sean estos ricos o pobres.
Llamó a Mateo y lo invitó a seguirle.
Y ahora él mismo se invita a la casa de otro rico, llamado Zaqueo, malo por donde se le mire: “Publicano y Jefe de publicanos”.
Pero un rico insatisfecho y vacío.
El dinero dejaba demasiados agujeros en su corazón.
Un rico que no estaba sentado sino que andaba por los caminos.
Un rico que también buscaba algo más que el dinero.
Su corazón buscaba algo más que la plata.
Tal vez, inconscientemente, su corazón buscaba vivir la alegría de la verdad.
Hay ricos instalados en sus riquezas y que no necesitan más.
Como también hay ricos que buscan y, hasta se atreven hacer el ridículo “queriendo ver a Jesús”.
Zaqueo era uno de esos ricos, aunque pobre de estatura.
Pero con grandes ansias de ver a Jesús.
¿Sería solo cuestión de verlo, como esos fans que se suben a donde sea, para poder ver a sus ídolos?
¿Y por esa simple curiosidad se sube a un árbol?
La gente le impide verlo.
Estoy seguro que ahí hay mucho más.
Ahí hay el deseo de un ver para poder cambiar.
Y resulta curioso que Jesús:
pase bajo el árbol,
levante su cabeza para verle,
le llame por su nombre
y se auto invite a cenar en su casa.
Jesús sabe muy bien que aquello será mal visto.
Sabe que los “santos fariseos” se escandalizarán.
Pero a Jesús eso le importa poco.
Le interesa más encontrarse con el que, no era malo, sino que sencillamente vivía extraviado.
Y que como oveja perdida también lo encontró.
Y también aquí quiso celebrarlo con un banquete.
La prueba es que también los ricos son capaces de cambiar cuando se encuentran con Jesús.
También los ricos son capaces de desprenderse de sus riquezas, repartiéndolas a los pobres, cuando se encuentran con Jesús. “Daré la mitad de mis bienes a los pobres”.
No es cuestión de condenar a los ricos, sino de que los ricos se encuentren con Jesús.
No es cuestión de condenar a los ricos, sino preguntarnos ¿qué hacemos para que los ricos vean a Jesús?
No es cuestión de condenar a los ricos, sino cómo llegar a ellos y servir de árbol al que también ellos puedan subirse para verlo pasar.
No es cuestión de condenar a los ricos, por ser ricos, sino ver cómo hacemos para que también ellos escuchen que Jesús los llama por su nombre y se invita él mismo a cenar con ellos.
No es condenando como salvaremos a los ricos, sino poniéndolos en el camino donde vean a Jesús y Jesús los vea.
No condenemos a nadie.
Hagámosles visible a Jesús.
No condenemos a nadie, esperemos a que Jesús los llame por su nombre.
juanjauregui.es