Reflexión

“Yo estaré con vosotros”

Por Juna Jauregui, www.juanjauregui.com


Esta es una de las promesas más consoladoras que Jesús nos ha dejado.
Yo estoy con vosotros todos los días. La ausencia solo es aparente. Él se queda con nosotros, aunque de otra manera.
Son los milagros del amor. Para el amor no hay distancias ni hay vacíos; siempre encontrará una manera de estar, aunque sólo sea en el corazón. La madre, cuando se despide de sus hijos, promete con toda verdad que no se va del todo, que se queda; que ellos se van con ella y que ella se queda con ellos, todo en el corazón. Así, Jesús marcha al Padre, pero lleva escrito en su corazón el nombre de todos los suyos; marcha al Padre, pero se queda en el corazón de todos los suyos.
Desde que Jesús asumió nuestra naturaleza ya no puede desentenderse del hombre. Yo estoy con vosotros. Todo lo ha llenado de su presencia. Todo. En cada cosa, en cada persona o acontecimiento, podemos ver el sello de Cristo: una sonrisa, una lágrima, una victoria o una derrota, un niño que nace o alguien que muere, un enfermo y la persona que lo cuida, el pobre que tiende la mano o el menos pobre que abre la suya, y en los que se quieren y se perdonan, y en todo amor, en toda bondad, en todo esfuerzo o dolor podemos ver el sello de Cristo. Todo puede ser signo de su presencia, si se sabe ver y si se sabe vivir.
Por eso, hoy, no nos cansamos de agradecer este don de Jesús. Y quizá la mejor manera de agradecer sea descubrir su presencia, abrirse a su presencia, vivir su presencia. Que sepamos valorar este gesto de quedarse con nosotros.

¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?

No tanto mirar al cielo. Es misión nuestra mirar a la tierra para que se vaya convirtiendo en un cielo. La hora del compromiso. Quiere decir que, si Cristo se ha marchado, nosotros tenemos que hacerlo presente. Es la hora del testimonio. Jesús mismo nos envía: “Id y haced discípulos”.
Recogemos el testigo de Cristo. Recorramos el mundo presentando ese testigo. Repitamos no sólo las palabras, sino los gestos de Jesús: donde haya una herida, sepamos curar; donde haya una necesidad, sepamos compartir; donde haya una división, sepamos unir; donde haya una soledad, sepamos acompañar; donde haya una injusticia, sepamos luchar; donde haya un desamor, sepamos amar.
Id al mundo entero repitiendo mis palabras, multiplicando mis gestos, celebrando mi Pascua. Haced mis veces. Sed una pequeña imagen mía, un Jesús vivo.
“Id”. Todos somos enviados. Todos somos misioneros. Vamos con todos los poderes. Pero no son poderes económicos, políticos o militares. Vamos con el poder de la fe, que es invencible. Vamos con el poder de la paz, que es contagioso. Vamos con el poder del amor, lo más fuerte que hay en el mundo. Vamos con el poder de Dios.
La tarea que nos espera es difícil. Hay muchos enfermos que curar, hay muchos muros que romper, muchos puentes que construir, muchas manos que unir... Hay realmente mucho que hacer...
Sintamos que nuestro Señor Jesús hoy, el día de su despedida, nos envía también a nosotros. Nosotros podemos colaborar en la transformación de nuestro mundo haciendo posible la llegada del Reino de Dios.